Almagro asume con el cargo los reclamos latinoamericanos para cambiar la OEA

BOGOTÁ. El nuevo secretario de la OEA, Luis Almagro, contó con el apoyo de los países latinoamericanos y caribeños, pero además de sus votos le dieron el encargo de renovar una organización que acumula adjetivos como “obsoleta”, “ineficaz” e “insalvable”.

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El mismo día de su elección, el 18 de marzo pasado, Almagro, que fue el único candidato, ya se hizo eco de esas voces que piden cambiar y revitalizar la Organización de Estados Americanos (OEA), creada en 1948 y formada por 34 países del continente. “No vengo a administrar ninguna crisis, sino a facilitar y trabajar por una renovación”, aseguró Almagro tras ser elegido por 33 votos a favor y una abstención.

El excanciller uruguayo ha dado después algunas señales de cuáles serán sus objetivos cuando asuma el cargo el 26 de mayo. La OEA que quiere Almagro es más realista, más creíble y capaz de involucrarse en “los principales temas del continente”, para convertirse en un “instrumento útil a los intereses de todos los americanos”, algo que concuerda con los reclamos de renovación hechos por muchos países, no solo los latinoamericanos.

Fuentes oficiales brasileñas manifestaron a Efe esta semana la “certeza” del Gobierno de Dilma Rousseff de que la gestión de Almagro “ayudará a darle más eficacia” a un organismo que debe “ adaptarse a una nueva realidad”. Entre otros cambios, Brasil cree que la OEA debe estar “más orientada” a fomentar el desarrollo económico y social y debe sentar las bases para un aumento de la cooperación para el desarrollo.

El Gobierno de Perú, por medio de su canciller, Gonzalo Gutiérrez, señaló poco después de la elección de Almagro que espera “ una revitalización” del organismo panamericano, porque, según dijo, “no puede continuar como está actualmente”. El Gobierno de Canadá también ve prioritarias la reforma y modernización de la OEA, a la que ve como “un canal clave para la cooperación con socios de Latinoamérica y el Caribe en el fortalecimiento de la seguridad y democracia en el continente”.

La visión de algunos países latinoamericanos sobre la OEA no es en absoluto la misma que la de Canadá, a tenor de lo que dicen sus dirigentes. Al día siguiente a la elección de Almagro, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, opinó que la OEA es “insalvable” aunque la dirija alguien como el excanciller uruguayo, al que calificó de “talentoso” y “amigo”. “América Latina necesita algo nuevo, algo mejor y algo nuestro. No nos engañemos, la OEA no ha sido algo nuestro”, opinó.

Desde Cuba, país que estuvo suspendido de la OEA de 1962 a 2009 y no ha pedido regresar después del levantamiento de la medida, las críticas al organismo con sede en Washington, han sido feroces, especialmente de parte de Fidel Castro, como lo fueron de parte del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez.

El líder de la Revolución cubana llegó a acusar a la organización en 2009 de desempeñar un papel “repugnante” como “odioso instrumento” de la política hegemónica de EE.UU. y su hermano Raúl, el actual presidente del país, aseguró el mismo año que Cuba nunca volverá a la OEA y que ese organismo “tiene que desaparecer”. Almagro ha prometido esforzarse por impulsar una nueva “agenda de diálogo” del organismo con Cuba para lograr su regreso a la institución, y otra con Venezuela “para curar algunas heridas”.

La crisis en Venezuela a raíz de las protestas de 2014 fue uno de los asuntos más complejos y dolorosos a los que se enfrentó el secretario general saliente, el chileno José Miguel Insulza, según ha revelado esta semana en una entrevista con Efe. Insulza fue criticado tanto por el Gobierno venezolano, que consideraba una intromisión cualquier cosa que viniera de la OEA, como por la oposición, que considera que el organismo no hizo nada ante sus denuncias de violaciones de derechos humanos.

Según dijo Insulza en su entrevista con Efe, fueron los países miembros los que no quisieron que se actuara en relación a “un país (Venezuela) que evidentemente sufre una crisis y en el cual la comunidad internacional no está haciendo todo lo que podría hacer”. En una entrevista concedida a una emisora uruguaya a mediados de abril, Almagro habló claramente de su postura respecto a Venezuela.

A su juicio, para que la OEA pueda generar un espacio de actuación en Venezuela debe ganarse la confianza del Gobierno y de la oposición, lo que significa que “tiene que ser reconocida como imparcial, objetiva y equilibrada en sus decisiones y posicionamientos”.

También desestimó las acusaciones de que la OEA sirve ahora a los intereses de EE.UU. y señaló que la organización cuenta hoy con una nueva visión estratégica, una “nueva forma de generar una agenda positiva”, cuyos pilares son “ la democracia, los derechos humanos, la seguridad multidimensional y el desarrollo integral”. Ya con Almagro al frente, la OEA celebrará en Washington los días 15 y 16 de junio su XLV Asamblea General centrada, a propuesta de Uruguay, en “el presente y futuro” de la organización.

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