El servicio en autobuses de Natal, capital de Río Grande do Norte, ha sido paralizado total o parcialmente desde el miércoles, cuando se registraron los primeros actos de vandalismo contra colectivos, los cuales coinciden con una guerra abierta entre facciones en el interior de los presidios.
El Sindicato de Trabajadores de Carreteras de Río Grande do Norte (Sintro) advirtió que los autobuses continuarán en los garajes hasta que sean garantizadas las condiciones de seguridad, a pesar de que en las últimas 24 horas no se han registrado ataques en la región metropolitana de Natal, según recoge el diario local Tribuna do Norte.
Los militares de las Fuerzas Armadas llegaron el viernes al estado para reforzar la seguridad en las calles, en medio de una ola de violencia que se ha saldado con una veintena de autobuses incendiados, varios coches y comisarías de policía depredadas.
Las autoridades del estado confirmaron que los ataques tienen relación con los enfrentamientos entre facciones rivales, las cuales luchan por el control dentro de los presidios y extienden sus tentáculos fuera de las cárceles.
En Alcaçuz, la mayor prisión de Río Grande do Norte, 26 personas murieron el sábado de la semana pasada, aunque el número podría ser todavía mayor debido a que los presos han continuado las reyertas después de la matanza.
La Policía Militar entró el sábado en el presidio y levantó una barrera de contenedores para separar a los reclusos, quienes campaban libremente por las áreas comunes debido a que muchas de las celdas no tenían puertas tras un motín registrado en 2015.
Los contenedores, de 12 metros de altura, fueron colocados de manera provisional, hasta la construcción de un muro de cemento que deberá tener unos 90 metros de extensión.
Los investigadores forenses también ingresaron en el presidio para buscar posibles nuevas víctimas, además de las 26 registradas el pasado sábado, y por el momento encontraron dos cabezas, un antebrazo, un brazo y una pierna.
La crisis carcelaria en Brasil se intensificó a comienzos de este año, cuando 56 personas fueron brutalmente asesinadas en una cárcel de la ciudad amazónica de Manaos, y las matanzas se extendieron posteriormente a otras prisiones del norte de Brasil.
En una prisión de Roraima murieron 33 personas y el número de víctimas en el interior de los presidios en las primeras tres semanas del año asciende a más de 130.