De los suntuosos palacios de Gadafi sólo quedan ruinas

TRÍPOLI. Antes de la caída del régimen, los libios no osaban acercarse. Ahora, sólo quedan ruinas de la residencia más célebre de Muamar Gadafi, mientras que otro de sus palacios acoge un mercado de animales domésticos.

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En el corazón de Trípoli, Bab al Aziziya era un inmenso complejo fortificado en el que el difunto dictador vivió durante décadas.

A la vez cuartel general del régimen, el recinto comprendía desde un zoológico y una piscina hasta centros de mando y una caserna, pasando por tiendas de campaña para el uso del “Guía”, que pretendía vivir como un beduino.

De ese esplendor sólo quedan escombros. Bab Al Aziziya fue bombardeado por la OTAN y destruido y saqueado luego por los rebeldes que derrocaron a Gadafi en 2011. En el seno de este complejo de más de 7 km2, la emblemática “Casa de la resistencia”, un edificio con las marcas visibles de un bombardeo estadounidense en 1986, desapareció por completo.

El memorial erigido frente a este edificio, un puño de cobre que aplasta un caza estadounidense, fue desmontado y transportado a Misrata, al este de la capital.  Las autoridades de transición querían transformar Bab al Aziziya en una zona verde, con un parque de atracciones para las familias. Un ex primer ministro había propuesto en 2012 construir una biblioteca, un teatro y un monumento en memoria de los “mártires de la revolución libia”.

Pero el país se hundió en la anarquía, con dos gobiernos y parlamentos rivales y combates recurrentes entre milicias. Para el portavoz del ministerio de Turismo del gobierno instalado en Trípoli, Adel Mohamed Farina, está “descartado transformar este complejo en museo”, puesto que simboliza un “periodo negro de la historia del país”.

Los pocos edificios que aún siguen en pie están ocupados por los sintecho o desplazados del conflicto libio. En los muros siguen visibles los eslóganes pintados por los rebeldes en 2011. “Manifiestate, autor del libro de la mentira”, se lee en un grafiti, en referencia al famoso Libro Verde en el que el “Guía” detallaba su visión política.

Entre los edificios destrozados, una red de túneles y unos azulejos verdes son los únicos testigos de la grandeza de este palacio fortificado, que inspiraba tanto temor. “La gente temía pasar por aquí e incluso echar una mirada por miedo a ser detenida”, recuerda Hasan, un taxista de Trípoli.

En Sebha, a 600 km al sur de la capital, otra residencia de Gadafi corrió la misma suerte. En Bengasi, segunda ciudad del país y uno de los bastiones de la revuelta que derrocó a Gadafi tras 42 años en el poder, en el antiguo palacio de más de 10 hectáreas ahora hay un mercado de animales, donde los habitantes vienen a vender sus pájaros, perros y otros animales domésticos.

Como en Bab al Aziziya, el antiguo palacio de Bengasi fue ocupado por las familias de desplazados. “Soñábamos con una vida mejor tras la caída de Gadafi, y aquí estamos viviendo en sus ruinas”, lamenta rodeado de niños Mohamed Souleiman, un desplazado de 43 años.

La residencia personal de Gadafi de ese complejo sirvió además de cuartel general en 2012 al Ansar Ansharia, un grupo considerado “terrorista” por Estados Unidos y la ONU.  Pero ahí sólo quedan montones de escombros, después del ataque lanzado en octubre pasado por el general Jalifa Haftar, un oficial controvertido que declaró la guerra a los grupos islamistas armados.

El lugar es ahora un vertedero público. “Está tan cargado de historias tristes del antiguo régimen que no podía ser otra cosa”, afirma un transeúnte, Alí Misrati.

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