“No me parece justo”, dice Laura Hincapié, madrileña de 18 años, en referencia a que los jueces, basándose en que la víctima no ofreció resistencia activa, hayan concluido que la joven “participaba voluntariamente” en los abusos sexuales, ocurridos en Pamplona en 2016.
“Si hay cinco hombres a tu alrededor y si te resistes, puede que acabes muerta”, afirma indignada Laura durante una manifestación el jueves en Madrid. Las denuncias por violación aumentan en España: 1.382 violaciones fueron registradas el año pasado, 10,6% más que en 2016, según el gobierno.
Miles de estudiantes de secundaria manifiestan contra la sentencia desde el 26 de abril y aunque no han leído las casi 300 páginas de argumentos judiciales, no admiten que las condiciones de la violación -intimidación y violencia- hayan sido descartadas en este sórdido caso. Los cinco hombres de entre 24 y 27 años, autodenominados “La Manada”, fueron condenados a nueve años de cárcel por “abuso sexual” agravado con “abuso de debilidad” en contra de una joven. Ellos se filmaron en plena acción.
Los individuos actuaron “aprovechando la superioridad así generada, para abusar sexualmente de la denunciante, quien de esta forma no prestó su consentimiento libremente, sino viciado, coaccionado o presionado por tal situación”, concluyó la sentencia, sin retener la calificación de “violación” colectiva.
La joven había bebido sangría antes de toparse con ellos. Menos de un cuarto de hora después, le hicieron practicar felaciones y relaciones sin preservativo a la entrada de un edificio y luego la abandonaron tras robarle el teléfono celular. Uno de los tres jueces causó escándalo al reclamar su absolución y escribir que los gestos y gemidos de la víctima sugieren una “excitación sexual”.
Un profesor universitario provocó conmoción en Facebook al sostener, sin conocer el caso, que ella “disfrutó de la situación”.
Con cabello largo, ombligo a la vista y jean, Laura sonríe con su aparato dental aparente, pero su feminismo ya está muy argumentado. “El machismo es una enfermedad de transmisión social y su vacuna es la educación”, escribió en una pancarta de manifestante. El hombre es igual a la mujer y basta, “pero hay que educar a los chicos para persuadirlos”, añade. Sus propios “padres piensan que un hombre tiene unos derechos más”, dice. “No bebo. Pero a mí me gustaría estar a salvo que esté borracha o no”, dice tímidamente otra manifestante “feminista” de 13 años, Laura Arnaiz. Su madre, Toñi González, dibujante técnica de 45 años, ve las protestas masivas contra la sentencia “como una explosión, y nos hemos visto todas unidas; antes nos lo callábamos todo, por vergüenza o por temor”.
En España “se sale mucho, hay mucho ambiente de calle, y las niñas no están protegidas” contra “grupos de salvajes”, agrega González. “Hay mucha gente que tiene un concepto de pasárselo bien que es hacer el bestia, el animal, y más fuertes y orgullosos se creen”, puntualiza. “La víctima de ’La Manada’ podía haber sido yo”, señala Marta Vigada, estudiante de 16 años. Agrega que “todas hemos sentido miedo al volver de una fiesta de noche”.
“Me siento fuerte y con las mismas capacidades que cualquier hombre”, lo que se ajusta al “somos todos iguales” que le han enseñado, agrega.
Muy implicada en la denuncia por redes sociales del grupo de La Manada, Lucía Etxebarria acusa a la “cultura del porno. Tecleen ’gang bang rape’ en su buscador y entren en la categoría vídeos”, indica. “Ahí lo tienen, a golpe de clic. Si usted tiene un hijo mayor de 11 años, sepa usted que este es el tipo de imágenes que los adolescentes están consumiendo y que esta es su nueva educación sexual”, agrega.
“Es verdad que la pornografía se extiende mucho”, admite un estudiante madrileño de 14 años, Antonio García, quien se dice feminista. Pero “no me parece que te incita a hacer semejante burrada, depende de la educación que ha recibido el chico en casa”, indica. Respecto a la educación sexual en el liceo, el adolescente señaló que se “ha dado muy poca; en el instituto hemos hablado solo de biología y de reproducción”.