En el duodécimo día del juicio del extremista de derecha, la Corte escuchó la descripción detallada de un médico forense sobre las causas de la muerte de nueve de las víctimas, y luego una mucho menos clínica, que incluía fotografías de esas personas.
De las 69 personas que murieron en Utoya el 22 de julio de 2011, 67 perecieron por balas y las otras dos por una caída o ahogada, explicó Torleiv Ole Rognum del Instituto noruego de la salud.
La mayoría recibieron dos o tres balas –pero hasta nueve impactos fueros registrados en un cuerpo– y no menos de 56 fueron alcanzadas en la cabeza, dijo como prueba de que Breivik ultimó metódicamente a sus víctimas.
Los abogados querellantes apenas contenían las lágrimas al presentar los retratos de las víctimas. A uno lo describieron como “el mejor papá del mundo” y de una joven, dijeron, que tenía “una alegría y risa contagiosas”.
La sesión despertó emociones en el público, entre el cual había allegados a las víctimas: algunos sollozaban, otros se abrazaban, y otros abandonaron la sala.
Breivik, por el contrario, miró con aparente indiferencia las fotos de las víctimas tal como fueron encontradas en Utoya y ni se inmutó cuando el médico forense mostró en un maniquí cómo habían impactado las balas en cada cuerpo.
La semana próxima seguirá estando dedicada a la presentación de los informes de autopsia debido al número de víctimas.
Antes de la matanza de Utoya, Breivik hizo estallar una bomba cerca de la sede del gobierno noruego, provocando otras ocho víctimas.
El extremista de derecha calificó su gesto de ataques preventivos contra los “traidores de la patria” culpables según él de librar Noruega al multiculturalismo y a “la invasión musulmana”.
