Las voces del aborto en América Latina

MONTEVIDEO. ¿Legalizar o no? El rechazo del Senado a la ley del aborto en Argentina no acalló el debate sino que, por el contrario, lo disparó como nunca en Latinoamérica, donde mayoritariamente se criminaliza su práctica libre.

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En Latinoamérica, solo uno de cada cuatro abortos es seguro. En esta región, cada año unas 760.000 mujeres reciben asistencia médica por complicaciones de abortos inseguros, como hemorragia e infecciones, según estimaciones de la OMS y el Guttmacher Institute. Pero muchas de ellas no acuden a tiempo por miedo y mueren.

Guatemala podría aprobar una ley que endurece las penas por la interrupción del embarazo, al punto de castigar con prisión los abortos espontáneos. Entretanto, el Supremo Tribunal Federal de Brasil evalúa un recurso para que el aborto deje de ser considerado un delito antes de la duodécima semana de gestación. Y en Chile, un centenar de diputadas presentaron recientemente un proyecto de ley de aborto libre hasta las 14 semanas.

Cinco mujeres relataron a la AFP sus experiencias en países de América Latina con legislaciones que van desde la prohibición total como El Salvador, donde incluso perder el embarazo involuntariamente puede suponer penas de cárcel, hasta la legalidad total como Cuba y Uruguay, donde el Estado facilita la interrupción de la gestación a pedido de la mujer.

Monse Castera.
Monse Castera.

 

El aborto en la Ciudad de México es desde 2007 legal y libre hasta la 12ª semana de embarazo. En el resto de los 31 estados está permitido en casos de violación o peligro de vida de la mujer. En Guanajuato, la práctica se castiga con penas de prisión de hasta 30 años.

Monse Castera tiene 32 años, es promotora de arte y abortó tres veces legalmente.

“El primero fue en Francia a los 21. Fue un legrado, muy profesional, en el que más segura me sentí. La segunda y la tercera ocasión fueron en la Ciudad de México, ya cuando el aborto era legal aquí, a los 23 y 24 años. El segundo fue en una clínica (de la ONG) Marie Stopes. Son súper respetuosos, te hacen sentir segura y las instalaciones están bien. Fue con pastillas. El tercero fue en una clínica privada y sin embargo fue una experiencia no agradable (por aspiración).  No han sido experiencias que me causen culpa ni dolor emocional. Yo crecí en una familia atea y no tengo ideas religiosas que me hagan sentir culpa. El aborto no es algo de lo que tengamos que sentirnos avergonzadas, hay que evitarlo, pero lo que más hay que evitar es que haya niños no deseados. Me da infinita tristeza que en 2018 una mujer no pueda decidir sobre su propio cuerpo. Si los hombres pudieran embarazarse esta discusión no estaría sobre la mesa. Ninguna ley debe decirte qué haces o no con tu cuerpo”. 

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Gregoria (nombre ficticio) es una estudiante de veterinaria de 25 años y vive en las afueras de Rio de Janeiro. Cuando quedó embarazada compró ilegalmente, a través de un amigo, misoprostol, un medicamento utilizado para inducir el trabajo de parto. “Mi mayor sentimiento fue de desesperación, de no saber siquiera qué hacer, pensando que me iba a morir. No sabía cómo mi organismo iba a reaccionar. Tuve mucho miedo de morir".

“Si hubiera ido al hospital, me hubieran tratado mal. Conozco a personas que se fueron al hospital y las trataron horrible. Entonces (me dije) si muero, voy a morir aquí, acostada. Empecé a sangrar, un dolor insoportable, que no le deseo a nadie”, señaló. “Como no es legal, no tenía muchas opciones a quien acudir. Si estuviera legalizado, creo que sería menos sufrimiento. Incluso hoy hablar de lo que viví es difícil” .

“No hablamos con muchas personas porque la gente te discrimina. Mucha gente no acepta el hecho de que la mujer quede embarazada y no quiera ese hijo.”

Mariana Rodríguez
Mariana Rodríguez

 

Mariana Rodríguez, una administrativa de 27 años, abortó en el sistema hospitalario de Uruguay, donde se legalizó en 2013. “No estaba en mis pensamientos jamás ser madre. Ni me siento preparada psicológicamente ni tengo instinto maternal. La decisión desde el día uno fue siempre la misma”.

“El proceso fue muy bueno, me sentí muy acompañada y no me sentí juzgada. Duró unas dos semanas. Ahí te dan dos pastillas, una te la tomas en la noche y la otra al día siguiente. No me trataron de persuadir, la psicóloga nomás me preguntó si estaba segura y di mis argumentos” .

“Tuve la suerte de no tener que escuchar (sobre los métodos caseros) del perejil, de la aguja de tejer... Agradezco que haya sido ley en Uruguay, está perfecto cómo esta implementado y tiene que ser ejemplo para otros países” .

“Me parece que es un debate muy personal: cómo cada uno percibe a ese feto, embrión, niño, esa concepción de madre, ese estereotipo de que la mujer nació para ser mamá... Pero tiene que ser ley, en eso no hay punto de discusión.” 

Elsi Rosales
Elsi Rosales

 

Desde 1998 en El Salvador el aborto en cualquier circunstancia y en ocasiones incluso la pérdida gestacional involuntaria se tipifica como homicidio agravado y se castiga hasta con 40 años de cárcel. Elsi Rosales vive en el campo y tiene 27 años, un hijo de 3 y el trauma de un embarazo que terminó con el neonato muerto y ella en la cárcel. Tras pasar 10 meses en prisión, fue liberada porque no pudo demostrarse que se trató de una muerte inducida. “Estaba embarazada, tenía 38 semanas de gestación. Ya tengo un hijo de tres años que nació por cesárea, así que no sabía qué eran los dolores de parto” .

“Ese día anduve trabajando en el campo y los trabajos del campo son duros e hice mucha fuerza... Sentí un dolor en la parte baja de la espalda, no sabía qué me pasaba, me dieron ganas de ir al baño y fui, y en las fuerzas que yo hago la niña nació y cayó en una fosa (séptica o letrina) y en ese momento perdí el conocimiento” .

“Me llevaron al hospital con una hemorragia. El doctor que me atendió preguntaba qué es lo que había pasado, y puso la denuncia. Me llevaron a una bartolina (cárcel en un puesto de policía), ahí estuve presa un mes y luego me trasladaron a un centro penal (acusada de homicidio)”.

“Necesitaba volver con mi hijo de tres años, por eso me dolía cuando me decían que podía recibir 30 años de prisión”.

“Me voy a sumar a la lucha (por que se reforme la ley penal y se permita el aborto en cuatro razones), para que las mujeres que están en la cárcel sientan que no están solas. Este sistema de justicia nos discrimina por el único hecho de ser mujeres.”

Josefa tiene 46 años, es maestra y vive en La Habana. Tiene dos hijos y se realizó tres abortos en Cuba, país que se convirtió en 1965 en pionero en la región al legalizar su práctica voluntaria hasta la octava semana de gestación. “Quedé embarazada a los 23 años. Tuve mi primer hijo y supuestamente no podía tener más, pero igualmente me cuidaba. Cuando salí embarazada fue una sorpresa: estaba estudiando y decidí abortar. Y así pasó tres veces. Luego tuve otra hija que ahora tiene 12 años”.

“En Cuba, es mi derecho escoger cuándo puedo tener un hijo. No es un método anticonceptivo. Estas tres veces pasaron con tiempo entre una y la otra (durante una década). Los abortos se dieron siempre durante un período de gestación corto. Fueron tres legrados, siempre en el mismo hospital” .

“En Cuba tenemos ese derecho, pero no dejo de reconocer que mucha gente lo toma como un método anticonceptivo y lo hace indiscriminadamente, y eso puede traer problemas de salud muy serios. Tuve una amiga que por hacerse cierta cantidad de legrados no pudo tener hijos y hoy se arrepiente”.

“Tenemos el derecho a escoger pero también tenemos que tener conciencia de que no es un juego”.

 

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