Un vestigio de la Berlín dividida se enfrenta a los intereses comerciales

BERLÍN. A pesar de todas las atracciones que tiene Berlín, el lugar que encabeza las listas de sitios imperdibles para muchos de los turistas que visitan la ciudad es una pequeña cabaña de madera.

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La antigua caseta de vigilancia se encuentra detrás de una hilera de sacos de arena en una intersección concurrida que se ubica en el corazón del centro de la ciudad, debajo de un anuncio que dice “Puesto de Control del Ejército de Estados Unidos”. Este lugar es mejor conocido en el mundo como el Checkpoint Charlie o Puesto de Control Charlie.

Durante la crisis de Berlín de 1961, los tanques soviéticos y estadounidenses se encontraron en este cruce cañón contra cañón en un enfrentamiento que amenazó con sumergir a la humanidad en otra guerra más, solo que esta se pelearía con armas nucleares. Después de seis días de tensión, los dos bandos se retiraron sin disparar un tiro. Sin embargo, el sitio permaneció como la zona cero de la división de la Guerra Fría que partió al mundo en bloques opuestos.

“No hay ningún equivalente en ningún otro lado del mundo, donde los tanques hayan quedado en un punto muerto y el mundo se hubiera preocupado por estar al borde de la Tercera Guerra Mundial”, comentó Hope M. Harrison, profesora de Historia en la Universidad George Washington y quien ha estudiado el Berlín de la Guerra Fría y el desarrollo de la ciudad desde que cayó el muro. “Eso es lo que hace tan especial al Puesto de Control Charlie”.

Ahora, mientras un Berlín reunificado se prepara para celebrar el trigésimo aniversario de la caída del muro en noviembre de este año, el Puesto de Control Charlie es el sitio de otra confrontación, una que enfrenta a desarrolladores con historiadores.

Después de intensas negociaciones y debates públicos, la ciudad de Berlín aprobó en 2017 los planes para levantar edificios comerciales y residenciales, entre ellos un Hard Rock Hotel, en los últimos dos terrenos no desarrollados del sitio. El proyecto se realizaría en el lado soviético del puesto de control, enfrente de la cabaña estadounidense de madera. Se incluyó espacio para un museo, pero estará integrado en los edificios comerciales y casi todo el espacio dedicado a las exposiciones estará bajo tierra.

Los planes provocaron una intensa respuesta negativa entre las personas que consideran el Puesto de Control Charlie como uno de los lugares característicos de la historia del siglo XX.

En una carta abierta, Thomas Flierl, exministro de Cultura de la ciudad, junto con otros cinco proyectistas, arquitectos e historiadores acusaron al desarrollador, Trockland, de “proponer la transformación del Puesto de Control Charlie en un parque temático”.

El objetivo comercial del proyecto eclipsaría el puesto fronterizo, con lo cual se impondrían los intereses privados sobre la necesidad de que la gente recuerde y aprenda del sitio, escribieron.

Las protestas crecieron tanto que en diciembre las autoridades berlinesas abandonaron el proyecto de pronto. La oficina de desarrollo de la ciudad ahora asegura que está trabajando en un plan b, con la esperanza de que esté listo dentro de un año.

Heskel Nathaniel, el cofundador y director ejecutivo de Trockland, afirmó que estaba comprometido con mantener la integridad histórica del sitio, cualquiera que sea el concepto que se promueva.

“Durante tres años, hemos trabajado muy de cerca con el gobierno de Berlín a fin de integrar los elementos que son importantes para la ciudad: espacios comerciales, históricos y de exposiciones”, comentó Nathaniel. “Pero no vemos un consenso en Berlín, sino una falta de confianza y claridad”.

En las décadas posteriores a la caída del muro, la historia del otrora punto fronterizo siempre se ha subestimado en comparación con el comercio y el turismo indiferente.

Arriba del letrero en inglés, ruso, francés y alemán en el que se informa a los visitantes: “Está saliendo del sector estadounidense”, otro letrero muestra el camino hacia un KFC. Dos locales más adelante, los arcos dorados ofrecen otra probada más de Estados Unidos.

Del lado oriental de la caseta del Ejército de Estados Unidos –una réplica de la original, la cual está en un museo–, uno junto al otro, están parados hombres jóvenes con lentes de aviador y vestidos con uniformes militares de los años sesenta. Con una mano, sostienen la bandera estadounidense. Con la otra, dan el visto bueno con los pulgares arriba o abrazan a los turistas dispuestos a pagar unos pocos euros para tomarse una foto con ellos.

Desde hace mucho desaparecieron los guardias de la Alemania Oriental que golpeaban a los turistas desafortunados por desviarse hacia su lado de la frontera. En estos días, la amenaza más grande en el Puesto de Control Charlie son los autobuses y los taxis que esquivan a los turistas en busca de selfis, quienes se meten en la intersección a fin de tomar fotos de los jóvenes vestidos como soldados lo suficientemente lejos como para no tener que pagar por ello.

Hasta ahora, solo existen instalaciones temporales para informar a la gente que está más interesada en la historia del lugar que en las selfis.

Para los que busquen sumergirse a mayor profundidad en la división de Berlín, varios kilómetros al norte, se encuentra el Monumento Conmemorativo del Muro de Berlín, con su centro de documentación y su exposición al aire libre que se extiende casi un kilómetro y medio a lo largo de la que fuera la franja fronteriza.

Sin embargo, aun sin un museo formal, e incluso sin los elementos más cursis del sitio, hace poco, unas personas que se sintieron atraídas por el Puesto de Control Charlie aseguraron que el sitio era demasiado importante como para perderlo.

Durante una pausa en un viaje de negocios a Berlín, Dominick Devismes observó una exposición al aire libre que mostraba imágenes en blanco y negro de la Guerra Fría, las cuales revivieron los recuerdos de su niñez en Francia.

“Deben mantenerlo, de otra manera los jóvenes olvidarán”, comentó Devismes. “Al igual que Berlín, el puesto sigue siendo un símbolo”.

 

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