Sin embargo, el significado asociado al amor no correspondido o imposible no es correcto, pues no refleja la concepción platónica del amor expuesta en la obra El Banquete de este filósofo griego.
Platón cree que el amor es la incitación o impulso que nos lleva a conocer y contemplar la belleza en sí. Es un proceso gradual que comienza con la apreciación de la belleza puramente física y luego avanza hacia la valoración de la belleza espiritual, la del carácter, la del alma, la de la belleza de las leyes y las costumbres en la sociedad, la que se encuentra en las artes y las ciencias, en la sabiduría popular, etc.
La idealidad del amor platónico no es tener un amor inalcanzable, sino amar las formas o ideas eternas, comprensibles y perfectas. No hay elementos sexuales porque el auténtico amor no es el que se dirige a un semejante sino el que se orienta hacia la esencia trascendente de la belleza en sí. Este cariño es honesto y sincero, no es sucio, no envejece, no da lugar a discusiones vanas y es puro.
Amor platónico no significa que Platón hacía el amor en un plato y no en la cama, tal como muchos podrían concebirlo, especialmente los políticos oriundos de estas fértiles tierras coloradas, es mucho más profundo que eso. Es amar limpiamente al pueblo luego de conocerlo consumadamente, saber sus apetencias y deseos más recónditos, y hacerlos realidad sin egoísmos.
¿Será que algún día los gobernantes paraguayos amarán platónicamente a la sociedad que los vio nacer y los votó para que los conduzcan con afecto? Es bueno que sepan que el amor de Platón no es pecaminoso ni muy difícil de lograrlo, es cuestión de practicarlo sin distracción, con devoción y con mucha concentración.
Pese a lo apuntado anteriormente, es posible que muchos sigan creyendo que el amor platónico es una frustración de una realidad no consumada y por tanto el pueblo padecería de amor hacia sus verdugos, pues este es un cariño a personas que jamás los van a corresponder. Para no ser fatalista ni extremista, si de altruistas algo les queda, confío que comprendan finalmente que el pueblo ya no es sadomasoquista.
Aníbal Reinaldo Pangrazio