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La mentalidad liberal y tolerante predominante lleva a la aceptación indiscriminada de estos defectos, y de otros: a todo se juzga con el “¿qué tiene?” o “¿qué importa?”. Pero lo peor es que el que es un palurdo de alma casi con seguridad será también una persona moral y cívicamente descuidada, desaseada, maleducada, prepotente, etc. Y este mal se vuelve contagioso de tanto respirarlo a nuestro rededor; cuidémonos. En cuanto al país en general, lo siento, no le veo mejoría cercana, y menos con “democracia“, el pretexto para miles de barbaridades.
Carlos J. Ardissone