Rubio no es ingeniero ni constructor, pero todas las mañanas llega a bordo del bus de los trabajadores para supervisar la obra en el Puente de la Bioceánica. Cruza en bote hasta Brasil y regresa para la hora en que el móvil llega para trasladar nuevamente a sus compañeros de trabajo.
La obra en el Puente de la Bioceánica ya superó el 80% de ejecución. El proyecto es una pieza fundamental del Corredor Vial Bioceánico, que busca conectar el océano Atlántico con el Pacífico a través del Chaco paraguayo.
Los constructores trabajan incansablemente bajo la atenta mirada y supervisión de su capataz, Rubio, un perrito que llegó a la obra de la Ruta Bioceánica y nunca más dejó solo a sus compañeros.
Rubio es de Carmelo Peralta, no se le conoce dueño alguno. Tiene una rutina muy estricta, que cumple a rajatabla.
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Todas las mañanas llega hasta la parada de bus desde donde sale el móvil que traslada a los trabajadores hasta la obra del mencionado puente.

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Como todos, sube al colectivo y actúa de copiloto, saluda a sus compañeros a medida que van subiendo, desayuna todo lo que le inviten.
Su rutina sigue con un viaje en bote hasta el lado brasileño, donde su trabajo es recorrer cada uno de los lugares donde hay obras.
Recibe el cariño de todos, sin excepción, participa de reuniones, rondas de tereré y su momento más esperado es la hora del almuerzo, donde es sorprendido con el menú de todos.
Busca una sombra para la sagrada siesta y antes de que el sol de ponga, disfruta del atardecer a su regreso.

El día termina cuando el bus llega de regreso a la parada y sus compañeros se despiden para ir a sus respectivos hogares, pero, hay días en los que Rubio prefiere pernoctar en alguno de los campamentos y se queda en la zona.
Tiene mucho amor par dar, “es el perrito de la obra, es el perrito de todos”, aseguran.
