¿Los perros pueden sufrir depresión si cambian de hogar o dueño?

¿Los perros pueden sufrir depresión si cambian de hogar o dueño?
¿Los perros pueden sufrir depresión si cambian de hogar o dueño?Shutterstock

El reciente estudio de veterinarios revela que los perros, al cambiar de hogar, pueden experimentar un proceso adaptativo similar a la depresión. Este fenómeno, ligado al apego y el duelo, exige una comprensión profunda de sus emociones y necesidades.

Cuando un perro cambia de casa o de familia, su mundo —hecho de rutinas, olores y personas— se reordena de golpe. Para muchos, ese quiebre se traduce en un periodo de estrés y adaptación que puede parecer, y a veces funcionar como, una depresión.

¿Es correcto hablar de “depresión” en perros? ¿Qué hay detrás de esos cambios de ánimo? Veterinarios y especialistas en conducta animal coinciden: sí pueden manifestar cuadros depresivos o similares, pero conviene entender qué los provoca, cómo se diferencian de otros trastornos y cuándo buscar ayuda.

Vínculos, duelo y el “efecto base segura”

La ciencia del comportamiento canino ha mostrado que los perros forman vínculos de apego con sus cuidadores, comparables —en su función, no idénticos— a los que establecen los niños con sus figuras de referencia.

¿Los perros pueden sufrir depresión si cambian de hogar o dueño?
¿Los perros pueden sufrir depresión si cambian de hogar o dueño?

Ese apego genera un efecto “base segura”: el humano ofrece confianza desde la cual el perro explora y vuelve en busca de calma. Cuando esa base desaparece o el entorno cambia bruscamente, no es extraño que aparezcan signos de ansiedad, retraimiento y conductas de bajo ánimo.

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La separación de un dueño, la muerte de un miembro de la familia —humano o animal— o el ingreso a un nuevo hogar pueden detonar una respuesta de duelo.

En refugios y adopciones recientes, no es raro observar lo que cuidadores llaman “apagamiento”: perros silenciosos, que comen menos, duermen más y muestran poco interés por el juego.

Ese estado suele revertirse con el tiempo y un manejo adecuado, pero en algunos casos deriva en cuadros más persistentes.

¿Depresión o ansiedad? Cómo reconocer las señales

En medicina veterinaria, “depresión” no es siempre un diagnóstico formal como en humanos, pero describe un conjunto de signos conductuales compatibles con ánimo decaído.

Intoxicación en perros.
¿Los perros pueden sufrir depresión si cambian de hogar o dueño?

Distinguirlos de la ansiedad por separación u otros problemas es clave para tratarlos bien.

  • Señales compatibles con depresión canina: desinterés por actividades antes placenteras (paseo, juego, interacción), letargo, cambios en el sueño, disminución del apetito, menor respuesta a estímulos, aislamiento social.
  • Señales más típicas de ansiedad por separación: vocalizaciones intensas cuando el perro queda solo, salivación, ritmo inquieto, destrucción focalizada en puertas o ventanas, micción o defecación asociadas a la ausencia del cuidador.

Los límites no siempre son nítidos. Un perro que cambia de hogar puede combinar ambas dimensiones: sentirse desanimado y, a la vez, ansioso ante la ausencia de la nueva figura de apego.

Además, dolencias físicas (dolor crónico, problemas dentales, gastrointestinales o endocrinos) pueden imitar o agravar el cuadro. Por eso, ante síntomas que duran más de dos a cuatro semanas, la recomendación profesional es una evaluación veterinaria completa.

El periodo de adaptación: qué esperar y por cuánto tiempo

Educadores caninos hablan de una regla práctica del “3-3-3”: alrededor de tres días para superar el shock inicial, tres semanas para empezar a entender rutinas y tres meses para asentarse de verdad.

No es una fórmula científica rígida, pero ayuda a ajustar expectativas. En ese proceso, lo habitual es ver:

  • Primeros días: hipervigilancia o retraimiento, sueño irregular, apetito cambiante.
  • Semanas iniciales: prueba de límites, aparición de conductas de afrontamiento (buscar refugio, aferrarse a una persona, esconderse).
  • Meses siguientes: consolidación de hábitos y, si el manejo es consistente, recuperación del interés y la seguridad.

Si el perro se “apaga” de forma marcada, pierde peso, deja de interactuar o muestra miedo extremo que no cede con medidas de apoyo, es un signo de alerta.

Qué recomiendan los especialistas

  • Establecer rutina predecible. Horarios consistentes de comida, paseo y descanso reducen la incertidumbre, uno de los mayores estresores en los cambios de hogar.
  • Facilitar continuidad. Mantener, si es posible, objetos con olor familiar (manta, juguetes) y reproducir hábitos previos de paseo o juego ayuda a la transición.
  • Enriquecimiento y ejercicio. Caminatas diarias acordes a su energía, juegos de olfato, rompecabezas de comida y entrenamiento en positivo estimulan sin abrumar.
  • Vínculo sin sobreexigir. Ofrecer compañía y contacto si el perro lo busca, sin forzarlo. El refuerzo de conductas tranquilas y la paciencia valen más que la presión.
  • Introducciones graduales. Nuevas personas, animales y espacios deben presentarse de forma pausada, respetando señales de incomodidad.
  • Apoyos ambientales. Difusores de feromonas apaciguantes y adecuación del espacio (un rincón seguro) pueden bajar el umbral de estrés.
  • Sin castigos. Regaños o correcciones aversivas frente a retrocesos agravan miedo y desconfianza.

Cuando las medidas de manejo no alcanzan o los signos son severos, veterinarios y etólogos clínicos pueden diseñar un plan conductual y, en casos seleccionados, indicar fármacos como inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina bajo control profesional.

Adopciones y cambios inevitables: el papel del humano

Cambiar de hogar no condena a un perro a la depresión. Muchos se adaptan con notable resiliencia, especialmente si el nuevo entorno es estable y sensible a sus necesidades.

La clave está en reconocer que el “duelo” por lo perdido es real para ellos y que el tiempo, sumado a una guía adecuada, suele restituir su bienestar.

Para familias que entregan a su perro por motivos de fuerza mayor, coordinar un traspaso responsable —con información detallada de rutinas, preferencias y temores— puede suavizar el impacto.

Para quienes adoptan, planificar las primeras semanas, limitar estímulos y priorizar el vínculo por sobre el adiestramiento formal aceleran la integración.

Cuándo consultar

  • Si los signos de abatimiento o ansiedad persisten más de 2 a 4 semanas.
  • Si hay pérdida significativa de apetito o peso, apatía intensa, agresividad inesperada o cambios neurológicos.
  • Si el perro se autolesiona o hay destrucción severa asociada a la soledad.
  • Si existen antecedentes médicos que podrían estar implicados.

La conclusión de los expertos es prudente: los perros pueden mostrar estados depresivos en respuesta a cambios vitales, incluida la mudanza de hogar o dueño. No es una sentencia, sino una señal para intervenir temprano, con empatía y estructura.

Entre rutinas claras, enriquecimiento, apoyo profesional cuando hace falta y tiempo, la mayoría recupera su alegría y seguridad.