Castigos verbales: ¿rompen la confianza entre mascotas y humanos?

Perro con cara de asustado.
Perro con cara de asustado.Shutterstock

Un enfoque basado en el castigo puede romper la conexión entre humanos y mascotas, causando estrés y comportamientos problemáticos. La evidencia científica sugiere que métodos positivos no solo mantienen la confianza, sino que también son más eficaces en la convivencia diaria.

Para un perro que acaba de volcar la basura o un gato que arañó el sofá, la voz elevada y las palabras duras no solo no explican qué hizo mal: pueden erosionar la confianza construida con su humano y alterar su bienestar emocional.

Qué sabemos sobre castigos y vínculo

La evidencia acumulada en etología y bienestar animal sugiere que los métodos aversivos—incluidos gritos, amenazas verbales y tonos intimidantes—se asocian con mayor estrés, respuestas de miedo y más conductas problemáticas a largo plazo.

La American Veterinary Society of Animal Behavior (AVSAB) ha sostenido en sucesivas declaraciones que el castigo, especialmente cuando es inconsistente o mal aplicado, puede deteriorar la relación entre animales y tutores y aumentar el riesgo de agresión defensiva.

Los castigos verbales tienen dos problemas frecuentes: el momento y la ambigüedad. A diferencia del refuerzo positivo, que marca con precisión lo deseable, la reprimenda suele llegar tarde—cuando el animal ya no vincula el acto con la consecuencia—o se aplica de forma generalizada, generando confusión.

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En ese escenario, lo que aprende el animal es que la presencia del humano se vuelve impredecible.

Lo que ocurre en el animal

En perros y gatos, la exposición repetida a estímulos aversivos activa respuestas de estrés: hipervigilancia, evitación, señales de apaciguamiento (bostezos, girar la cabeza, lamerse), micción por miedo o inmovilidad.

Aunque no siempre son visibles, estos indicadores son consistentes con una relación más tensa y un estado emocional negativo.

  • En perros, los estudios sobre entrenamiento han vinculado los métodos basados en castigos con niveles más altos de estrés y problemas de comportamiento, en comparación con los enfoques de refuerzo positivo.
  • En gatos, la asociación entre gritos y conductas indeseadas (como esconderse, agresión por miedo o eliminación fuera de la caja) es recurrente en consultas de comportamiento. El aprendizaje por miedo puede “funcionar” para suprimir una conducta en el momento, pero no resuelve la causa y puede crear nuevas respuestas problemáticas.

¿Existe un “no” que no dañe?

Un “no” breve, en tono neutro y sin carga intimidante, usado como interrupción inmediata y seguido de redirección hacia una conducta alternativa, es distinto de un regaño a gritos.

La clave es que sea una señal informativa, no punitiva. Para funcionar sin dañar el vínculo, debe cumplirse que:

  • se presente en el instante exacto del comportamiento indeseado,
  • vaya seguido de la opción correcta y su refuerzo,
  • se mantenga un tono calmado y consistente.

Fuera de esas condiciones, la probabilidad de que el animal asocie al humano con algo negativo aumenta.

Diferencias entre especies y contextos

Los perros, altamente sociales y sensibles al tono humano, suelen mostrar con rapidez los efectos del castigo verbal en su lenguaje corporal.

Los gatos, más sutiles, pueden responder retirándose, evitando interacciones o mostrando conductas de estrés que pasan inadvertidas.

En ambos casos, los animales no “desobedecen” por malicia: exploran, buscan reforzadores o reaccionan a contextos que los humanos no siempre perciben (aburrimiento, miedo, falta de alternativas, necesidades no cubiertas).

En hogares con niños o múltiples mascotas, la inconsistencia—varios tonos, reglas cambiantes—amplifica la confusión.

También influye el historial del animal: los que han vivido experiencias aversivas previas reaccionan con más intensidad a la reprimenda.

Tendencia en la práctica profesional

Organizaciones veterinarias y de adiestramiento profesional promueven, de forma creciente, programas basados en refuerzo positivo, manejo del entorno y prevención.

Este enfoque no ignora los límites: los establece sin dolor ni miedo, y favorece la cooperación voluntaria. El objetivo es enseñar qué hacer, no solo qué no hacer.

Qué hacer en lugar de regañar

  • Prevenir y gestionar: limitar el acceso a basuras, proteger muebles, ofrecer rascadores atractivos, proporcionar ejercicio y enriquecimiento adecuados.
  • Enseñar conductas alternativas claras: acudir a la cama al timbrar, soltar objetos a la señal, rascar en el lugar correcto; y reforzarlas de manera consistente.
  • Usar interrupciones neutrales y marcadores: una señal breve para cortar la acción y guiar hacia la opción correcta, seguida de recompensa.
  • Reforzar lo que sí quieres ver: la repetición de pequeños éxitos fortalece el vínculo y reduce la frustración en ambas partes.
  • Consultar a profesionales cualificados en comportamiento cuando las conductas persisten o hay señales de miedo o agresión.

La línea de fondo

Los castigos verbales, especialmente cuando son intensos o frecuentes, sí pueden afectar negativamente el vínculo emocional con las mascotas. Más que enseñar, suelen deteriorar la confianza y enmascarar problemas subyacentes.

La alternativa—establecer límites con métodos amables, predecibles y basados en ciencia—no solo es eficaz: construye la relación que la mayoría de tutores dice querer, una en la que el animal coopera porque se siente seguro y entiende qué se espera de él.