A medida que los perros envejecen, muchos tutores notan un lomo más huesudo, patas traseras menos firmes y una pérdida de fuerza para subir escaleras o levantarse tras un descanso. No siempre es solo “vejez”: la pérdida de masa muscular en perros mayores es frecuente, tiene nombre —sarcopenia— y puede adelantarse o mitigarse con un plan específico de alimentación, ejercicio y controles veterinarios.
Lea más: ¿Los perros pueden sufrir depresión si cambian de hogar o dueño?
Qué está detrás de la pérdida de músculo
El envejecimiento altera el metabolismo. Con los años, los perros producen y utilizan proteínas musculares con menos eficiencia, y disminuye la calidad de las fibras tipo II (rápidas), claves para la potencia y la estabilidad. A este proceso fisiológico se suman factores que aceleran la pérdida:
- Menor actividad y dolor crónico: la osteoartritis y otras dolencias reducen el movimiento diario. Si un perro evita saltar o caminar por molestias, el músculo se atrofia.
 - Cambios hormonales y neuromusculares: la sensibilidad a la insulina y a factores de crecimiento disminuye; también puede afectarse la comunicación nervio–músculo.
 - Nutrición inadecuada: raciones con proteína insuficiente o de baja digestibilidad, o dietas hipocalóricas prolongadas, obligan al organismo a “consumir” músculo para obtener energía.
 - Enfermedades crónicas: insuficiencia cardiaca, renal, cáncer o enfermedades inflamatorias provocan caquexia, un estado de pérdida de músculo (y a veces peso) que no se revierte solo con más calorías.
 - Convalecencia e inmovilización: tras cirugías o lesiones, unas semanas de menor uso de las extremidades bastan para perder fuerza y volumen muscular.
 
La Asociación Mundial de Veterinarios de Pequeños Animales y la AVMA recomiendan evaluar, además del peso y la condición corporal, el “muscle condition score” (MCS), una escala clínica que detecta pérdida leve, moderada o severa, incluso en perros con sobrepeso. La obesidad puede enmascarar la atrofia: un perro “relleno” no necesariamente está fuerte.
Señales de alerta en casa
Más allá de la báscula, conviene observar cambios sutiles: dificultad para ponerse de pie, resbalones en suelos lisos, saltos que se evitan, paseos más cortos, postura encorvada, huesos de la cadera más visibles o una espalda “hundida”.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

Estos signos justifican una revisión veterinaria para descartar dolor, déficit neurológico o enfermedades sistémicas.
Lea más: Hipotiroidismo canino: claves para detectar cambios y recuperar la energía de tu mascota
Qué puede hacerse para prevenirla o frenarla
No existe una única intervención milagrosa. La evidencia veterinaria señala que la combinación de nutrición adecuada, ejercicio regular y control del dolor ofrece los mejores resultados.
Alimentación con proteína suficiente y de alta calidad
- Ajustar la ración para cubrir energía sin excedentes que favorezcan la grasa. En perros mayores sanos, el requerimiento de proteína por kilo de peso suele aumentar respecto a la adultez, siempre que no haya una enfermedad que lo contraindique.
 - Priorizar proteínas altamente digestibles (huevo, aves, pescado) y aminoácidos esenciales. Algunas dietas “senior” recortan calorías pero mantienen o elevan la proteína; no conviene reducirla sin indicación veterinaria.
 - Ácidos grasos omega-3 de cadena larga (EPA/DHA), presentes en aceite de pescado, pueden ayudar a modular la inflamación articular y, en ciertos cuadros, a preservar masa magra. Su uso debe dosificarse con el veterinario.
 - En perros con patologías (renales, hepáticas, cardiacas), la dieta debe ser terapéutica y personalizada; la pérdida de músculo en estos casos se maneja junto con la enfermedad de base.
 
Ejercicio que estimule el músculo, no solo el corazón
- Caminatas diarias constantes, en superficies con buen agarre, con progresión en distancia y ligeras pendientes si el perro lo tolera.
 - Trabajo de fuerza suave: subir y bajar escalones bajos de forma controlada, sentarse–ponerse de pie, ejercicios de propiocepción con cojines inestables. La fisioterapia veterinaria puede diseñar planes seguros.
 - Natación o caminata en agua (hidroterapia) cuando hay dolor articular, porque reduce impacto y mantiene actividad muscular.
 - Evitar picos bruscos de actividad de fin de semana que aumentan el riesgo de lesión.
 
Control del dolor y de las enfermedades crónicas
- La analgesia adecuada —desde antiinflamatorios prescritos hasta condroprotectores— permite que el perro se mueva y conserve músculo.
 - Detectar y tratar pronto trastornos endocrinos, cardiovasculares, renales o neoplásicos reduce el riesgo de caquexia.
 - Revisiones periódicas con medición de MCS y ajuste de plan según evolución.
 
Entorno y hábitos que ayudan
- Suelos antideslizantes, rampas y camas firmes facilitan el movimiento y evitan caídas.
 - Mantener el peso ideal: la grasa extra aumenta el dolor articular y acelera la inactividad.
 - Buena salud dental: el dolor al masticar reduce el consumo y empeora el aporte proteico.
 
Qué no hacer
Reducir drásticamente la proteína “porque es mayor” sin evaluación clínica; usar suplementos por cuenta propia con promesas “antiedad” de eficacia no demostrada; o forzar ejercicios dolorosos.
Cualquier cambio de dieta o rutina debe supervisarse, especialmente si el perro ya padece una enfermedad.
Lea más: Cómo hacer más cómoda la vida de un gato o perro ciego o sordo
El momento de actuar es ahora
La sarcopenia no es un destino inevitable. Con ojos atentos para detectar cambios tempranos, un plan de movimiento adaptado, alimentación pensada para músculos y un control riguroso del dolor, muchos perros mayores recuperan fuerza y estabilidad.
El objetivo no es solo vivir más, sino vivir mejor: más caminatas sin tropiezos, más ganas de jugar y más autonomía en el día a día.
