Sarcopenia en perros: cómo prevenir la pérdida de masa muscular en nuestras mascotas

Perro de edad avanzada, imagen ilustrativa.
Perro de edad avanzada, imagen ilustrativa.Shutterstock

La sarcopenia en perros mayores, a menudo ignorada, es una realidad que afecta a la movilidad y calidad de vida. Con un 40% de los caninos mayores diagnosticados, entender cómo prevenir y gestionar esta condición es crucial para su bienestar.

A medida que los perros envejecen, muchos tutores notan un lomo más huesudo, patas traseras menos firmes y una pérdida de fuerza para subir escaleras o levantarse tras un descanso. No siempre es solo “vejez”: la pérdida de masa muscular en perros mayores es frecuente, tiene nombre —sarcopenia— y puede adelantarse o mitigarse con un plan específico de alimentación, ejercicio y controles veterinarios.

Qué está detrás de la pérdida de músculo

El envejecimiento altera el metabolismo. Con los años, los perros producen y utilizan proteínas musculares con menos eficiencia, y disminuye la calidad de las fibras tipo II (rápidas), claves para la potencia y la estabilidad. A este proceso fisiológico se suman factores que aceleran la pérdida:

  • Menor actividad y dolor crónico: la osteoartritis y otras dolencias reducen el movimiento diario. Si un perro evita saltar o caminar por molestias, el músculo se atrofia.
  • Cambios hormonales y neuromusculares: la sensibilidad a la insulina y a factores de crecimiento disminuye; también puede afectarse la comunicación nervio–músculo.
  • Nutrición inadecuada: raciones con proteína insuficiente o de baja digestibilidad, o dietas hipocalóricas prolongadas, obligan al organismo a “consumir” músculo para obtener energía.
  • Enfermedades crónicas: insuficiencia cardiaca, renal, cáncer o enfermedades inflamatorias provocan caquexia, un estado de pérdida de músculo (y a veces peso) que no se revierte solo con más calorías.
  • Convalecencia e inmovilización: tras cirugías o lesiones, unas semanas de menor uso de las extremidades bastan para perder fuerza y volumen muscular.

La Asociación Mundial de Veterinarios de Pequeños Animales y la AVMA recomiendan evaluar, además del peso y la condición corporal, el “muscle condition score” (MCS), una escala clínica que detecta pérdida leve, moderada o severa, incluso en perros con sobrepeso. La obesidad puede enmascarar la atrofia: un perro “relleno” no necesariamente está fuerte.

Señales de alerta en casa

Más allá de la báscula, conviene observar cambios sutiles: dificultad para ponerse de pie, resbalones en suelos lisos, saltos que se evitan, paseos más cortos, postura encorvada, huesos de la cadera más visibles o una espalda “hundida”.

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Perro de edad avanzada, imagen ilustrativa.
Perro de edad avanzada, imagen ilustrativa.

Estos signos justifican una revisión veterinaria para descartar dolor, déficit neurológico o enfermedades sistémicas.

Qué puede hacerse para prevenirla o frenarla

No existe una única intervención milagrosa. La evidencia veterina­ria señala que la combinación de nutrición adecuada, ejercicio regular y control del dolor ofrece los mejores resultados.

Alimentación con proteína suficiente y de alta calidad

  • Ajustar la ración para cubrir energía sin excedentes que favorezcan la grasa. En perros mayores sanos, el requerimiento de proteína por kilo de peso suele aumentar respecto a la adultez, siempre que no haya una enfermedad que lo contraindique.
  • Priorizar proteínas altamente digestibles (huevo, aves, pescado) y aminoácidos esenciales. Algunas dietas “senior” recortan calorías pero mantienen o elevan la proteína; no conviene reducirla sin indicación veterinaria.
  • Ácidos grasos omega-3 de cadena larga (EPA/DHA), presentes en aceite de pescado, pueden ayudar a modular la inflamación articular y, en ciertos cuadros, a preservar masa magra. Su uso debe dosificarse con el veterinario.
  • En perros con patologías (renales, hepáticas, cardiacas), la dieta debe ser terapéutica y personalizada; la pérdida de músculo en estos casos se maneja junto con la enfermedad de base.

Ejercicio que estimule el músculo, no solo el corazón

  • Caminatas diarias constantes, en superficies con buen agarre, con progresión en distancia y ligeras pendientes si el perro lo tolera.
  • Trabajo de fuerza suave: subir y bajar escalones bajos de forma controlada, sentarse–ponerse de pie, ejercicios de propiocepción con cojines inestables. La fisioterapia veterinaria puede diseñar planes seguros.
  • Natación o caminata en agua (hidroterapia) cuando hay dolor articular, porque reduce impacto y mantiene actividad muscular.
  • Evitar picos bruscos de actividad de fin de semana que aumentan el riesgo de lesión.

Control del dolor y de las enfermedades crónicas

  • La analgesia adecuada —desde antiinflamatorios prescritos hasta condroprotectores— permite que el perro se mueva y conserve músculo.
  • Detectar y tratar pronto trastornos endocrinos, cardiovasculares, renales o neoplásicos reduce el riesgo de caquexia.
  • Revisiones periódicas con medición de MCS y ajuste de plan según evolución.

Entorno y hábitos que ayudan

  • Suelos antideslizantes, rampas y camas firmes facilitan el movimiento y evitan caídas.
  • Mantener el peso ideal: la grasa extra aumenta el dolor articular y acelera la inactividad.
  • Buena salud dental: el dolor al masticar reduce el consumo y empeora el aporte proteico.

Qué no hacer

Reducir drásticamente la proteína “porque es mayor” sin evaluación clínica; usar suplementos por cuenta propia con promesas “antiedad” de eficacia no demostrada; o forzar ejercicios dolorosos.

Cualquier cambio de dieta o rutina debe supervisarse, especialmente si el perro ya padece una enfermedad.

El momento de actuar es ahora

La sarcopenia no es un destino inevitable. Con ojos atentos para detectar cambios tempranos, un plan de movimiento adaptado, alimentación pensada para músculos y un control riguroso del dolor, muchos perros mayores recuperan fuerza y estabilidad.

El objetivo no es solo vivir más, sino vivir mejor: más caminatas sin tropiezos, más ganas de jugar y más autonomía en el día a día.