Animales altamente sensibles: ¿existen perros y gatos más empáticos que otros?

Gato y su dueña.
Gato y su dueña.Shutterstock

La fascinante capacidad de los perros y gatos para conectarse emocionalmente con sus tutores ha capturado la atención de científicos y amantes de los animales. Mientras las diferencias individuales asoman, la ciencia comienza a desentrañar el complejo tejido de la sensibilidad animal.

La idea de que algunos perros y gatos “sienten más” que otros se ha instalado con fuerza entre tutores y profesionales del comportamiento animal.

Pero, ¿existe realmente la empatía en los animales de compañía? Y si es así, ¿hay individuos —o incluso razas— más empáticos o sensibles que el promedio?

Perro y su dueña.
Perro y su dueña.

La ciencia sugiere que sí hay diferencias individuales marcadas, aunque matiza: más que “empatía” en sentido humano, lo que se observa con frecuencia es contagio emocional y sensibilidad al entorno, rasgos que varían entre animales y que se moldean por su historia de vida.

Qué entendemos por empatía en perros y gatos

En psicología, la empatía abarca varios niveles: desde el contagio emocional (reaccionar al estado afectivo de otro sin comprenderlo de forma consciente), hasta la toma de perspectiva (atribuir un estado mental a otro).

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Perro.
Perro.

En animales, la evidencia más sólida se acumula en el nivel básico: los perros, por ejemplo, pueden “contagiarse” del estrés o la calma de sus tutores, muestran conductas de consuelo y buscan contacto cuando una persona llora o habla con tono afligido.

En gatos, aunque la investigación es más limitada, se ha documentado que atienden a señales emocionales humanas, reconocen la voz de sus tutores y ajustan su conducta a expresiones faciales y tonos positivos o negativos.

Experimentos de los últimos 15 años han hallado en perros indicios de contagio del bostezo —relacionado en humanos con empatía—, aumentos de atención y búsqueda de proximidad ante el llanto humano, y modulaciones en la interacción asociadas a la oxitocina, una hormona clave en los vínculos sociales.

En gatos, estudios de “referenciación social” muestran que observan las reacciones del humano ante un estímulo ambiguo —un objeto nuevo, un ruido— y ajustan su respuesta en consecuencia.

Todo ello apunta a una sensibilidad social significativa, aunque no equivalente a la empatía humana compleja.

Diferencias individuales: de la genética a la socialización

Perro y su dueña.
Perro y su dueña.

No todos los animales responden igual. Varias líneas de investigación coinciden en:

  • Temperamento y reactividad: hay perros y gatos más “sensibles” a estímulos auditivos, táctiles o sociales. Esa sensibilidad puede traducirse en respuestas más intensas a emociones ajenas, pero también en mayor estrés si el entorno es caótico.
  • Historia y apego: la calidad del vínculo con el tutor, las experiencias tempranas y la socialización durante los primeros meses influyen en la lectura de señales humanas y en la búsqueda de consuelo o apoyo.
  • Componentes biológicos: variaciones en sistemas neurohormonales como la oxitocina y, en perros, diferencias genéticas asociadas a la sociabilidad, se han relacionado con la propensión a la mirada social, el contacto y la regulación emocional compartida.
  • Contexto: el mismo individuo puede mostrarse muy receptivo en casa y retraído en ambientes ruidosos o desconocidos.

En perros, ciertas razas seleccionadas para el trabajo colaborativo —retrievers, pastores— tienden, en promedio, a ser más receptivas a señales humanas. Aun así, la variabilidad dentro de cada raza suele ser mayor que las diferencias entre razas: un mestizo o un galgo pueden mostrar tanta o más sensibilidad social que un border collie.

En gatos, donde la selección por rasgos sociales ha sido menos intensa, el factor individual y el entorno pesan todavía más.

¿“Altamente sensibles”? Lo que dice la ciencia

El término “alto nivel de sensibilidad” se usa en etología clínica para describir animales con umbrales bajos ante estímulos sensoriales o sociales.

Gato y perro.
Gato y perro.

No es un diagnóstico en sí mismo, sino un perfil: individuos que notan antes y reaccionan más a cambios de rutina, tonos de voz, olores o tensiones emocionales. En la práctica, muchos tutores identifican a estos animales porque “captan” estados de ánimo y se alteran o, por el contrario, se acercan a consolar.

Esta sensibilidad puede ser una fortaleza —mejor lectura del humano, vínculos intensos— o un reto —mayor susceptibilidad al estrés—. La diferencia la marca la gestión del entorno: previsibilidad, descanso suficiente, enriquecimiento apropiado y comunicación clara.

Señales de una alta receptividad emocional

  • Ajustes sutiles de conducta ante el estado del tutor: acercamiento tranquilo cuando hay tristeza, juego moderado si hay euforia, retirada si hay tensión.
  • Atención sostenida a la voz y la mirada humanas, con cambios de postura y expresión.
  • Búsqueda de contacto social (mirada, apoyos, ronroneo, lamidos) cuando detectan malestar.
  • Recuperación más lenta tras eventos estresantes si el entorno no ofrece seguridad y rutina.

Importante: algunas conductas parecidas pueden deberse a ansiedad, miedo o dolor. Un gato que se esconde ante voces altas, por ejemplo, puede estar evitando un estímulo aversivo más que mostrando “empatía”. La evaluación profesional ayuda a diferenciar.

Cómo acompañar a perros y gatos sensibles

  • Rutinas predecibles: horarios estables y transiciones anunciadas reducen la carga sensorial.
  • Señales consistentes: usar las mismas palabras y gestos para pedir o permitir conductas evita ambigüedades.
  • Enriquecimiento y descanso: alternar actividad cognitiva y física con espacios de calma; cajas y alturas seguras para gatos; zonas de descanso alejadas de ruidos para perros.
  • Regulación emocional compartida: si el tutor gestiona su propio estrés y mantiene un tono de voz sereno, el animal suele seguirlo.
  • Socialización gradual: exposiciones positivas, controladas y voluntarias a personas, lugares y sonidos, sin forzar.
  • Apoyo profesional: etólogos clínicos o educadores caninos/felinos pueden diseñar planes personalizados; en casos de angustia marcada, el veterinario valorará intervención médica.

Lo que falta por saber

La investigación avanza, pero aún hay preguntas abiertas: ¿hasta qué punto los perros y gatos comprenden los estados ajenos más allá del contagio? ¿Cómo interactúan genética, hormonas y aprendizaje para dar lugar a perfiles sensibles? ¿Qué herramientas objetivas miden mejor la “empatía” en animales domésticos?

Mientras la ciencia afina las respuestas, la evidencia disponible permite afirmar que sí, hay perros y gatos más sensibles y receptivos que otros, capaces de acoplar su estado al de quienes conviven con ellos.

Reconocer esa variación —y atenderla con respeto y conocimientos— es clave para relaciones más sanas y enriquecedoras, tanto para los animales como para las personas.