Dominancia o inseguridad: el mito más repetido en el adiestramiento moderno

Se desaconseja el entrenamiento basado en “dominancia” y se promueve, en cambio, el refuerzo positivo en perros.
Se desaconseja el entrenamiento basado en “dominancia” y se promueve, en cambio, el refuerzo positivo en perros.Wavetop

La noción errónea de la “dominancia” en perros, heredada de estudios obsoletos sobre lobos, perpetúa métodos de adiestramiento dañinos. Expertos advierten: el enfoque debe centrarse en el refuerzo positivo, clave para relaciones humanas-caninas saludables y seguras.

La idea de que los perros “intentan dominar” a sus tutores sigue presente en redes, programas de TV y en algunos cursos de adiestramiento. Pero la ciencia del comportamiento canino ha desmontado en gran medida esa lectura. La mayoría de las conductas que se interpretan como “desafíos” responden a miedo, frustración, falta de aprendizaje o necesidades no cubiertas.

Se desaconseja el entrenamiento basado en “dominancia” y se promueve, en cambio, el refuerzo positivo en perros.
Se desaconseja el entrenamiento basado en “dominancia” y se promueve, en cambio, el refuerzo positivo en perros.

Castigarlas no solo no resuelve el problema: puede deteriorar el vínculo humano-perro y aumentar el riesgo de agresión. Etólogos y veterinarios conductistas recomiendan hoy un cambio de paradigma hacia el refuerzo positivo y el análisis funcional de la conducta.

Un origen mal entendido: del “alfa” de los lobos al salón de casa

La hipótesis de la “dominancia” aplicada a perros domésticos se popularizó a finales del siglo XX a partir de observaciones de lobos en cautividad. Sin embargo, ese modelo fue rectificado por su propio impulsor, el biólogo L. David Mech, al documentar que las manadas salvajes funcionan más como familias que como jerarquías militarizadas, y que el estatus no explica por sí solo la dinámica social.

Se desaconseja el entrenamiento basado en “dominancia” y se promueve, en cambio, el refuerzo positivo en perros.
Se desaconseja el entrenamiento basado en “dominancia” y se promueve, en cambio, el refuerzo positivo en perros.

Llevar esa lógica a los perros —una especie domesticada con un sistema social distinto y que convive con humanos— ha conducido a interpretar señales de estrés (ladridos, gruñidos, protección de recursos, tirones de correa) como “retos” autoritarios que habría que “aplastar” con confrontaciones físicas o intimidación.

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Qué dice la evidencia

  • Las organizaciones de referencia, como la American Veterinary Society of Animal Behavior (AVSAB), desaconsejan el entrenamiento basado en “dominancia” y promueven el refuerzo positivo como primera línea.
  • Estudios observacionales y revisiones (Hiby et al., 2004; Herron, Shofer y Reisner, 2009; Ziv, 2017) vinculan los métodos aversivos —tirones, collares de ahogo o eléctricos, golpes, gritos, “alpha rolls”— con más señales de estrés, mayor probabilidad de respuestas agresivas y peor relación con el tutor.
  • Investigaciones recientes en escuelas caninas (por ejemplo, Vieira de Castro et al., 202) muestran que los perros entrenados con castigos presentan niveles más altos de cortisol, más conductas indicativas de ansiedad y menor afecto hacia la tarea que aquellos educados con refuerzo.

El consenso: los métodos coercitivos pueden suprimir síntomas a corto plazo, pero no abordan las emociones ni la función de la conducta problema. A medio plazo, suelen reaparecer con más intensidad o se desplazan a otras situaciones.

Por qué castigar la “conducta dominante” empeora el vínculo

  • Aumenta el miedo y la imprevisibilidad. Si el perro no puede anticipar cuándo será castigado —porque el castigo depende del estado de ánimo del tutor o llega tarde— se disparan la ansiedad y la vigilancia. La convivencia se vuelve tensa.
  • Da un aprendizaje equivocado: “callate o te pasará algo malo”. La conducta se inhibe, pero la emoción subyacente (miedo a extraños, frustración por falta de control, malestar físico) permanece. Sin una salida alternativa, el perro puede pasar de señales suaves (gruñir) a respuestas peligrosas (morder) al sentirse sin opciones.
  • Rompe las señales de comunicación. Si se castiga el gruñido, se elimina un aviso valioso. El siguiente aviso puede ser un mordisco sin preludio, percibido como “imprevisible”.
  • Asocia al tutor con experiencias negativas. La figura de apego se convierte en fuente de amenaza. Se erosiona la confianza, base del aprendizaje y de la cooperación cotidiana.

Qué recomiendan los etólogos actuales

Se desaconseja el entrenamiento basado en “dominancia” y se promueve, en cambio, el refuerzo positivo en perros.
Se desaconseja el entrenamiento basado en “dominancia” y se promueve, en cambio, el refuerzo positivo en perros.
  • Evaluación funcional antes que etiquetas. Identificar qué dispara la conducta, qué la mantiene y qué necesidades están implicadas: miedo, dolor, sobreexcitación, falta de descanso, escaso control del entorno.
  • Intervenciones basadas en refuerzo positivo. Enseñar conductas incompatibles y útiles (mirar al tutor, ir a una alfombra, soltar, pasear con correa sin tirar) y pagarlas bien con comida, juego o acceso a recursos.
  • Manejo del entorno y prevención. Aumentar distancia a detonantes, ajustar rutinas, mejorar enriquecimiento, usar barreras y equipos amables (arnés de espalda/pecho, correa larga).
  • Desensibilización y contracondicionamiento. Exponer de forma graduada y segura al estímulo problemático mientras se cambia la emoción asociada por algo positivo.
  • Protocolos LIMA (mínima intrusión, mínima aversión) y cooperación. Introducir “señales de consentimiento” en cuidados (cepillado, manejo) y respetar retiros; disminuir la necesidad de confrontación.
  • Trabajo interdisciplinar. Consultar con veterinario para descartar dolor u otras causas médicas, y con profesionales certificados en comportamiento.

Cómo detectar un enfoque obsoleto

Desconfiá de promesas rápidas basadas en “liderazgo” o “ser el alfa”, de demostraciones que implican someter físicamente al perro, collares de castigo como solución universal o de la idea de que el miedo “enseña”.

La pedagogía moderna prioriza seguridad, claridad y emociones: si el perro entiende qué hacer y le compensa hacerlo, la conducta cambia de forma más estable.

El giro de narrativa: de “mandar” a acompañar

El adiestramiento ha evolucionado de un modelo de control a uno de cooperación. Cambiar la etiqueta de “dominante” por preguntas útiles —qué necesita, qué le asusta, qué puedo enseñarle— no es indulgencia; es eficacia basada en evidencia.

Y, sobre todo, es la vía más segura para construir el vínculo que todos dicen buscar: un perro que confía en su humano y un humano que entiende a su perro.