Sofás, sillones y butacas salpican estos días el césped del estadio Alte Försterei en Berlín, el estadio del equipo local de segunda división, que ha abierto sus puertas para dar cobijo a lo aficionados alemanes que quieran acercarse hasta allí para disfrutar de los partidos del Mundial.
Junto a los peculiares asientos, traídos por cada aficionado, la organización ha colocado mesitas y lámparas que hacen el lugar más acogedor, mientras que la decoración amarilla, roja y negra -a juego con la bandera alemana- corre a cargo de cada espectador.
Este gigantesco salón se inauguró con el partido entre Brasil y Croacia que inauguró el campeonato el pasado jueves y se mantendrá abierto durante todo el Mundial.
El capitán del Unión Berlín, Torsten Mattuschka, que seguía el partido que se saldó con un 3-1 a favor de Brasil, aseguró desde la tribuna que el estadio se veía “muy bonito”, y un fan, en bata, aseguró que “por fin se sentía como en casa” en el estadio, según recogió el diario alemán Berliner Morgenpost.
Sin embargo, esta idea no ha gustado a todos los seguidores por igual por considerarlo un acto demasiado comercial y una treintena de enmascarados, supuestamente ultras del Unión, robaron el pasado domingo tres de los sofás para después tirarlos a un río cercano.
Los organizadores han compensado a los seguidores sin sofá con unos nuevos, aunque Georg Koessler, uno de los afectados, se mostró indeciso con respecto al futuro del asiento.
“Aún no sé se si lo colocaré en mi salón después del mundial”, aseguró al rotativo.