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El director médico del Hospital General Pediátrico “Niños de Acosta Ñu”, Carlos Caballero, confesó que su visión profesional nunca volvió a ser igual desde que tuvo la experiencia de recibir al papa Francisco, en la visita que el Santo Padre hizo a este centro asistencial el 11 de julio del año 2015.
“Hay momentos en la vida que te cambian como ser humano”, dijo a ABC el galeno, con años de experiencia como pediatra pero que aquel día que estrechó la mano del Papa sintió que comenzaba un camino nuevo en su carrera. Uno mucho más humano, en el que el padre de la iglesia Católica le enseñó una lección que se le grabó a fuego en el corazón: preocuparse no solo por la enfermedad de un niño, sino por ese pequeño ser humano integral, y su entorno.
Recordó al Santo Padre como un hombre que le restaba importancia al protocolo y se tomaba su tiempo para saludar a cada pacientito internado en la Unidad de Cuidados Intermedios. Aunque quienes lo resguardaban sí estaban un poco más apurados y preocupados por “seguir la agenda”, Francisco parecía ser inmune al ruido y las prisas, transmitiendo paz a cada persona a quien estrechaba la mano.
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Con esencia de “cura villero”
Por momentos, cuenta el doctor Carlos Caballero, parecía difícil de creer que estaban ante el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Francisco paseaba por el hospital como lo haría cualquier sacerdote en misión evangelizadora. Y es que, aunque Jorge Mario Bergoglio llegó al trono de San Pedro, y se tomó muy en serio esa responsabilidad, nunca abandonó su esencia del “cura villero”, que iba hasta los rincones más pobres, llevando el mensaje de Jesucristo a los desprotegidos.

“Averiguó el diagnóstico de cada niño”
El “protocolo ensayado”, que tenían para que el Papa visitara a los ocho niños que estaban internados en la Unidad, quedó escrito en el papel, porque Francisco lo ignoró por completo y se tomó su tiempo para preguntar por el diagnóstico de cada niño, cama por cama, orar con sus padres y regalarles un rosario.
Cuando ya se iba, una madre le pidió que bendijera a su hija, y no tuvo problemas en retroceder y volver para rezar por la pequeña. La agenda terrenal podía esperar.
“El Papa me enseñó a no perder esa sensibilidad, a ayudar al próximo de verdad, buscando una solución para las familias”, contó el experimentado pediatra, que aquel día se sintió como un hijo más en la fe.
El personal cambió tras conocer al Papa
La humanización de la medicina contagió también a los demás profesionales que integran hasta la fecha el plantel de Cuidados Intermedios. El doctor Carlos Caballero, asegura que, desde aquel día, el personal trabaja “con una actitud cambiada”.
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Cuando llegó el momento de la despedida, el director médico del Acosta Ñu recuerda que le dijeron “buen retorno”, y él les respondió con un pedido: “recen por mí”.
Esta es tan solo una de las huellas imborrables que dejó en el corazón de los paraguayos el jesuita que rompió esquemas, que reflejó la calidez del latinoamericano y siempre recordó con especial cariño a los paraguayos, a quienes les dio contención espiritual por años en las villas bonaerenses.