En su homilía, Valenzuela hizo un llamado a la reflexión sobre la situación actual que se ve en la sociedad asegurando que “hay ladrones que nos quitan y quitan al pueblo luz y esperanza”.
Se refirió a las distintas formas de engaño y estafa que afectan a la ciudadanía y exhortó a no dejarse arrastrar por voces extrañas ni por mensajes que no vienen de Jesús de Galilea.
“Hay muchos engaños, tantas cosas que prometen y no cumplen. Por eso es decisivo no escuchar esas voces que nos alejan del Señor”, expresó.
Agregó que la Iglesia, desde sus inicios, ha buscado renovarse, y que esa renovación siempre ha consistido en volver a Jesús, al inicio, para seguir de nuevo sus pasos. “Cuando nos sentimos perdidos, es bueno volver a la fuente, al Señor”, insistió.
Recordó también cómo Jesús llamaba a sus discípulos, en ocasiones solo con la mirada, como ocurrió con Mateo.
“Se miraron mutuamente y Jesús simplemente le dijo: ‘Sígueme’. Sin dudar, Mateo dejó todo y le siguió. Fue cautivado por esa fuerza espiritual y comenzó una historia que perdura hasta hoy”, relató.
Valenzuela subrayó que el llamado a volver a Jesús no es responsabilidad exclusiva del Papa, obispos o sacerdotes, sino de todos los creyentes.
“No hay que esperar una orden. Recordemos a San Francisco de Asís. No esperó que su Iglesia se reformara, él mismo se convirtió al Evangelio y comenzó la aventura de seguir a Jesús de verdad. Frente al obispo y al pueblo se despojó de todo, renunció a su apellido y dijo: ’Dios será mi Padre’”, recordó.
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Despertar la pasión por el evangelio
El religioso instó a los presentes a preguntarse qué se debe hacer para despertar esa pasión por el evangelio y salir de la rutina espiritual.
Señaló que Jesús desea entablar con cada persona una relación profunda y auténtica, similar a la comunión que Él mismo tenía con su Padre.
“Una relación de pertenencia recíproca, donde haya confianza plena, diálogo, contemplación, más allá de una oración breve y rutinaria”, explicó.
Para ilustrar la importancia de reconocer la verdadera voz del Señor, monseñor Valenzuela compartió una anécdota: “Hace poco, un padre barbudo jugaba con su hijo pequeño. Un día se afeitó, y cuando el niño lo vio, lloró porque no lo reconocía. Solo se calmó cuando escuchó su voz, y entonces supo que seguía siendo su papá. Así es la voz de Jesús: única, reconocible, capaz de calmar y guiar”.
Finalmente, enfatizó que esa capacidad de escuchar y distinguir la voz de Jesús permite a los creyentes seguirle verdaderamente, superar las dificultades y encontrar sentido incluso ante la muerte.
“Así como el buen pastor conoce a sus ovejas, las llama por su nombre y ellas reconocen su voz, así debe ser nuestra relación con él”, concluyó.
