Día del Padre: el empeño por los hijos es el legado más valioso

CARAPEGUÁ. En cada empanada que fríe con esmero, en cada hamaca que vende los fines de semana y en cada conversación con sus hijos, Don José Martín Figueredo -de 55 años- deja huellas imborrables de amor, esfuerzo y ejemplo. Vive junto a su esposa María Luisa Colmán Ramírez, también de 55 años, en el barrio San Miguel. Allí, entre el aroma de lo cotidiano y el sueño de las metas a cumplir, forja una historia que vale la pena contar, sobre todo en este Día del Padre.

Don Martín Figueredo, de 55 años, trabaja de lunes a lunes para solventar los estudios de sus tres hijos universitarios.
Don Martín Figueredo, de 55 años, trabaja de lunes a lunes para solventar los estudios de sus tres hijos universitarios.Emilce Ramirez

Padre de tres hijos, todos universitarios, Don Martín ha convertido su vida en una verdadera lección de compromiso. Con María Luisa, su compañera de toda la vida, comparten no solo el hogar sino también el trabajo: ambos manejan con mucho cariño la cantina de la Facultad de Ciencias, Sede Carapeguá, donde cada día venden empanadas, sándwiches y otros platos que alimentan tanto el cuerpo como los sueños que tiene por ver a sus hijos ser profesionales.

Don Martín Figueredo, junto a su hijo Fabrizio Daniel, se prepara para salir a comercializar sus productos.
Don Martín Figueredo, junto a su hijo Fabrizio Daniel, se prepara para salir a comercializar sus productos.

“Todo lo que hago es para que ellos tengan lo que yo no tuve: la oportunidad de estudiar”, dice con voz serena, pero cargada de convicción. Con mucho esfuerzo, logró que su hija mayor, Angy Gabriela, de 29 años, se reciba de farmacéutica y hoy ya ejerce su profesión. Los otros dos siguen construyendo su camino: Fabrizio Daniel, de 22 años, cursa el cuarto año de Contaduría Pública, mientras que Hugo Martín, de 18, ya está en el segundo curso de Ingeniería Agropecuaria.

De izquierda a derecha el universitario Hugo junto a su papá Don Martín Figueredo.
De izquierda a derecha el universitario Hugo junto a su papá Don Martín Figueredo.

Para Don Martín, el rol de padre es una responsabilidad sagrada. Asegura que nunca descansó verdaderamente, pero que el esfuerzo vale la pena si eso significa ver a sus hijos avanzar. “Sin estudio, es difícil llevar una vida digna”, reflexiona. Por eso, desde muy temprano y hasta entrada la noche, trabaja sin cesar, tanto en la facultad durante la semana como vendiendo artesanías —hamacas, calzados y más los fines de semana.

Sin embargo, su enseñanza no se limita al trabajo: cree firmemente en el diálogo y en la unidad familiar. “Siempre conversamos con mi señora. Hay que ponerse de acuerdo en cómo criar a los hijos. La clave está en enseñarles a respetarse entre ellos, a respetarnos como padres y a respetar a los demás”, afirma.

Don Martín Figueredo trabaja de lunes a viernes en su cantina de la Facultad, y los fines de semana realiza ventas de prendas artesanales.
Don Martín Figueredo trabaja de lunes a viernes en su cantina de la Facultad, y los fines de semana realiza ventas de prendas artesanales.

Hoy, en este Día del Padre, Don Martín no espera regalos. Su mayor recompensa es ver a sus hijos crecer como personas íntegras, alejadas de los vicios y enfocadas en su porvenir. “Con el ejemplo les muestro que en la vida hay que ser multifacético, no hay trabajo pequeño si se hace con dignidad. Hoy vendo empanadas y hago asadito, mañana vendo hamacas, y si hace falta, aprendo algo más. Lo importante es que ellos aprendan a defenderse en la vida”, afirma con la humildad de quien transforma el sacrificio en enseñanza.

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