Con una superpoblación extrema y con mayoría de reclusos sin condena, se constituyen en las aristas principales de la crisis de la Penitenciaría Regional de San Pedro de Ycuamandyyú. La cárcel está diseñada para 850 personas privadas de libertad, pero actualmente alberga a más de 1.500 internos, casi el doble de su capacidad.
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Del total de 1.500 personas, solamente 296 están condenadas; es decir, más del 80 % de los reclusos están procesados, pero no tienen sentencia firme. Esta situación no solo retrasa la justicia, sino que profundiza la incertidumbre y el hacinamiento.
Tuberculosis y VIH
La crisis sanitaria dentro del penal también es alarmante. Se reportan 101 casos activos de tuberculosis, y en el último año dos internos fallecieron por esta causa. Debido a la falta de espacio, los pacientes no pueden ser aislados, lo que eleva el riesgo de propagación.
Además, cuatro reclusos fueron diagnosticados con VIH. En estos casos, se efectúa una separación de los enfermos de la mayoría de la población.
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En los últimos tiempos se logró la asignación de cinco médicos y nueve licenciadas en enfermería. El personal sanitario trabaja intensamente para atender a una población tan numerosa y con condiciones de salud precarias.
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Se anunció también que agentes del Programa Nacional de TBC trabajarán en el penal durante un mes, como medida de contingencia.
Control frágil y sospechas de corrupción
Aunque el penal cuenta con 78 agentes penitenciarios distribuidos en tres turnos, solo el 30 % tiene nombramiento, con un salario inferior a G. 4 millones; el 70 % está contratado, con una remuneración menor a G. 3 millones.
A este esquema laboral precario se suman militares y policías que colaboran en la custodia, pero el ingreso de drogas, armas blancas y celulares sigue siendo una constante.
Cada cateo revela objetos prohibidos, y se sospecha que los ingresos ilegales se realizan lanzando paquetes desde fuera del muro perimetral, ya que la cárcel está a apenas 1 km del centro urbano y rodeada por viviendas.
Reinserción: una excepción, no una regla
A pesar del abandono generalizado, un pequeño grupo de internos busca salir adelante a través del trabajo y la educación. Solo cinco reclusos trabajan en chapería y pintura, con ingresos propios, mientras otros pocos elaboran artesanías o panificados.
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Se imparten cursos del Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP), pero la gran mayoría de los internos permanece ociosa. En muchos casos, opera y forma parte de redes de estafas o extorsiones desde dentro del penal.
Un sistema que no cumple su rol
El panorama general de la penitenciaría de San Pedro refleja un sistema penitenciario colapsado, ineficiente y peligroso, donde la reinserción social es una ilusión lejana. Con superpoblación, hacinamiento, enfermedades, carencia de políticas claras y personal mal remunerado, las cárceles del país se convierten en fábricas de reincidencia más que en espacios de recuperación.
Sin reformas estructurales urgentes y sostenidas, Paraguay seguirá repitiendo un modelo carcelario que ni castiga eficazmente ni rehabilita, y que profundiza las desigualdades y la inseguridad social.