El escenario no es nuevo. Se repite cada vez que llueve con cierta intensidad. La gente ya sabe lo que viene: suspender compromisos, dejar a los chicos sin clases, posponer tratamientos médicos o compras urgentes.
“Esto no es vida”, lamenta doña Lorenza González, una vecina de 64 años que vive desde hace más de tres décadas en la zona. “No pedimos una autopista, solo un camino digno que no se hunda con cada tormenta”, expresa con resignación.
La promesa incumplida de todos los gobiernos
La comunidad ha reclamado durante años, pero las soluciones concretas nunca llegan. Apenas algún parche superficial, una que otra carga de tosca o algún operativo relámpago en tiempo electoral. Pero cuando la lluvia cae, todo eso desaparece como si nunca hubiera estado. El agua arrastra los restos del olvido institucional.
“Ya vino gente de la Municipalidad, de la Gobernación, de Obras Públicas. Todos prometen, todos se sacan la foto, pero al final seguimos igual o peor”, cuenta con indignación don Antonio Ferreira, productor que no pudo sacar su cosecha de mandioca este mes por el estado del camino.
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“El barro es como un muro, te atrapa y no te deja salir. Perdemos tiempo, perdemos plata, perdemos dignidad”, expresó.

Escuela sin alumnos, enfermos sin atención
Los efectos del aislamiento se sienten especialmente en sectores vulnerables. En la escuela de la zona, varios alumnos no pudieron asistir por la imposibilidad de movilizarse en el lodo. Tampoco se pudo concretar la visita semanal de una enfermera de la zona al centro de salud más cercano.
La pobreza se agrava con el barro
En Bernardino Caballero, muchas familias viven en situación de pobreza. Sus casas de madera y techo de zinc se filtran con facilidad, y los caminos que las rodean solo empeoran esa vulnerabilidad. El barro no es solo una incomodidad: es un símbolo del abandono, un recordatorio constante de que el desarrollo y la equidad todavía no han llegado a todos por igual.
¿Cuánto más deben esperar?
Mientras las autoridades priorizan obras de embellecimiento en la capital, Bernardino Caballero sigue esperando lo básico: un camino transitable.
La situación también deja en evidencia la falta de coordinación entre municipios, gobernaciones y el Ministerio de Obras Públicas. En vez de articular esfuerzos, las autoridades parecen cruzarse de brazos mientras las comunidades se hunden en el barro.
El clamor de una comunidad olvidada
La comunidad de Bernardino Caballero no pide lujos. Solo exige dignidad. Un camino seguro, acceso a servicios, y que la lluvia no siga siendo sinónimo de encierro y desesperación.
La lluvia seguirá cayendo. La pregunta es si algún día también caerá la indiferencia de quienes deben gobernar para todos, no solo para los que están cerca y en seco.
Silencio oficial
Intentamos hablar con el gobernador Denis Lichi con respecto a la situación, pero no respondió nuestras llamadas a su línea móvil con terminación 331.
También tratamos de comunicarnos con la ministra de Obras Públicas, Claudia Centurión, a su línea con terminación 969, pero no atendió nuestras llamadas.
Estamos abiertos en caso de que deseen referirse a las quejas de los ciudadanos.