El silencio denso del Parque Nacional Defensores del Chaco se rompió aquel día por un grito que no provenía de la selva, sino de Esoi Chiquenoi, miembro de la comunidad ayorea Chaidi. Era un grito que llamaba a sus compañeros porque había encontrado el cuerpo de Wenceslao Benoit, desaparecido días antes.
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El equipo de siete voluntarios ayoreos había llegado por iniciativa propia hasta la base del Parque. Los hombres salieron de la comunidad Chaidi, en Alto Paraguay, para colaborar con las tareas de búsqueda y su traslado fue de cientos de kilómetros en una camioneta particular.
Ninguna orden oficial los convocó; fue un acto movido por la compasión y el sentido de pertenencia a una tierra que conocen “como la palma de su mano”, según calificó uno de sus líderes.
“Hubiera sido mejor que nos llamaran antes”
ABC contactó a Esoi Chiquenoi a través de Demetrio Picanerai, docente de la comunidad y traductor del ayoreo. En su lengua, Esoi relató que su búsqueda no fue guiada por mapas, drones ni radares, sino por el instinto que se transmitió mediante generaciones que han vivido en esos territorios.
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“Sentí dolor por lo que le pasó al señor Benoit y quise ayudar. Pero hubiera sido mejor que nos avisaran antes. Son nuestras tierras ancestrales y las conocemos como la palma de nuestra mano”, dijo.

El grupo de ayoreos avanzó más allá de donde la Policía y los Bomberos Voluntarios se detuvieron. Usaron sus conocimientos de orientación para moverse en un terreno donde muchos se pierden.
En un descanso, Esoi decidió seguir solo y logró encontrar rastros. Según relató, halló piedras acomodadas como improvisando un sitio de descanso nocturno. Poco después, encontró el cuerpo. El desenlace no fue el que esperaban.

¿Quiénes son los ayoreos de Chaidi?
La comunidad Chaidi se encuentra en Puerto Casado, departamento de Alto Paraguay. Son más de sesenta familias que habitan un territorio de 139.000 hectáreas, que salieron del aislamiento. Parte de su pueblo permanece en aislamiento voluntario en zonas del Chaco y no tienen contacto.
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Pese a su amplio territorio, viven en condiciones precarias en medio del olvido estatal. La escuela es de madera, sin mantenimiento ni ventilación; la electricidad es deficiente; mientras que el acceso al agua depende de tajamares y lluvias.
Según Picaderay, Esoi relató que la asistencia estatal es mínima. “Nos sentimos abandonados. Ni siquiera tenemos recursos para vigilar nuestras tierras, que sufren invasiones, deforestación e incendios”, señaló.
La humanidad respondió en medio del abandono
Esoi pidió que el Gobierno les provea una movilidad para patrullar su territorio y combatir las invasiones. También apeló a la solidaridad: “Si la familia de Benoit puede ayudarnos, sería un apoyo para nuestra comunidad. Nosotros vivimos de la caza y de lo que nos da el monte”.
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El rescate de Benoit no solo cierra una historia de búsqueda; expone otra, más larga y silenciosa: la de un pueblo que, aun en el abandono, respondió con humanidad y eficacia donde la tecnología no bastó.
Los ayoreos, invisibles para el Estado, son realmente los “guardianes del Chaco”. Esta comunidad enseñó que la sabiduría y el sentido de comunidad pueden más que cualquier tecnología, cuando el compromiso nace desde el corazón.