Fidelina representa al país en el Festival de Artesanías de América (FAAM), un evento internacional que reúne a los mejores artesanos del continente y que este año se celebrará del 30 de octubre al 4 de noviembre de 2025 en Cuenca, Ecuador.
El encuentro es organizado por el Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares (CIDAP) y, en su vigésima tercera edición, tiene a Paraguay como país invitado de honor.
“Es una emoción muy grande poder llevar el poncho a otro país, compartir con otros artesanos y mostrar lo que hacemos en Piribebuy. Esto es fruto de muchos años de trabajo y de amor por lo nuestro”, expresó con humildad Fidelina.
Su participación se enmarca dentro del Plan de Salvaguarda del Poncho Para’i de 60 listas, impulsado por la UNESCO, que busca proteger y difundir una de las expresiones más emblemáticas del patrimonio cultural paraguayo. Cada hilo de la artesana entrelaza y cuenta una historia: la de las mujeres de su comunidad, las manos que aprendieron observando a sus madres y abuelas, la perseverancia que mantiene viva la tradición frente a los cambios del tiempo.
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Además de Fidelina, una delegación de talentosos artesanos paraguayos participa de la actividad, con el propósito de compartir con el mundo la riqueza, la técnica y la identidad de la artesanía nacional. El festival es un espacio de intercambio donde la tradición se convierte en un puente entre culturas y generaciones.
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Valor e identidad
El viaje de Fidelina simboliza más que una participación en un evento: representa el valor y la identidad de las manos paraguayas que día a día tejen con paciencia, manteniendo vivas las raíces del país. Su historia es la de muchas mujeres que, desde pequeños talleres, sostienen el arte y la memoria colectiva de una nación.
“Cada poncho lleva un pedacito de nuestra historia. Cuando uno teje, piensa en sus seres queridos, en su tierra, en todo lo que somos como paraguayos”, resaltó con orgullo y emoción Burgos.
Significado del Poncho Para’i
“El poncho tiene alma”, dice Fidelina con una ternura y destaca que para ella, el Poncho Para’i de 60 listas no es solo una prenda: es una herencia que se respira.
Detalló que este trabajo lo aprendió mirando a las mujeres mayores de su familia, que entre mate y conversación le enseñaron a respetar el ritmo del telar, a no apurarse nunca, a dejar que cada tejido nazca a su tiempo.
Cuando habla de su oficio, su voz se vuelve más suave. Dice que al tejer, conversa con los recuerdos. “En el sonido del telar escucho a mi mamá, a mis abuelas, a todas las mujeres que mantuvieron viva esta tradición”.
“Cuando estoy triste, los colores salen distintos. Cuando estoy contenta, el poncho brilla más. Es como si el telar sintiera lo que siento. Cada vez que termino un poncho, siento que dejo un pedacito de mi alma ahí”, confiesa. “Porque esto no se trata solo de tejer, sino de mantener viva una historia que nos une como paraguayos”, enfatizó.
Así, entre hilos, colores y esperanza, el Poncho Para’i de 60 listas cruza fronteras una vez más, llevando consigo el mensaje de que la verdadera riqueza de un pueblo está en su cultura y en las manos que nunca dejan de crear.
