Según detalló el padre Rubén, en condiciones normales la Iglesia se abastece con la producción nacional, pero cuando el consumo sube de manera significativa, como ocurrió en esta edición de la fiesta mariana, el stock local puede que no alcance. “Durante el año solemos trabajar con lo que se produce en el país, pero cuando necesitamos, traemos de Foz de Yguazú”, señaló.
“Desde el 28 de noviembre al 8 de diciembre se usaron cien mil hostias. Esa cantidad se trajo exclusivamente para usar para esas fechas. En el santuario aún había, pero trajeron más para evitar que falte”, aclaró el padre Rubén.
Para esta festividad se pusieron a disposición unas cien mil hostias, volumen que prácticamente fue consumido entre las misas centrales, las celebraciones en la explanada, las eucaristías dentro del templo y las actividades pastorales que se extendieron desde la víspera hasta el Día de la Virgen.
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Masiva participación de fieles
Ojeda resaltó que la participación de fieles fue una de las más numerosas de los últimos años, marcada por peregrinaciones desde distintos puntos del país, promeseros que caminaron durante horas y familias que acudieron para agradecer, pedir salud y renovar su fe.
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“Es impresionante ver cómo la devoción sigue creciendo. La gente llega con mucha esperanza, pero eso también representa un gran desafío para la organización, porque debemos asegurarnos de que cada celebración esté bien preparada”, sostuvo.
El rector agregó que, además de las hostias, otros insumos litúrgicos y logísticos debieron reforzarse para asegurar que todas las ceremonias se desarrollen con normalidad ante la enorme afluencia de devotos.
La festividad mariana volvió a demostrar la fuerza de la fe popular, pero también puso en evidencia la necesidad de una planificación cada vez más amplia para acompañar adecuadamente a los miles de peregrinos que llegan cada año hasta la Villa Serrana.
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