La caída del tirano

La noche del 2 de febrero de 1989 comenzaba el final de la caída de la dictadura militar de Alfredo Stroessner Matiauda, el hombre que apoyado por militares y colorados se había mantenido en el poder durante 35 años. Ellos se encargaban de sacarlo.

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Con un andar cansino, tal vez fruto de la incredulidad y también de la edad, Alfredo Stroessner subía las escalerillas de un avión de Líneas Aéreas Paraguayas (LAP) en el aeropuerto Silvio Petirrossi, acompañado por su hijo Gustavo y la esposa de éste. Era el 5 de febrero de 1989.

El fin de los 35 años de terror de una de las dictaduras más largas de Latinoamérica se había comenzado a gestar mucho tiempo antes y Stroessner había sido advertido, aunque él no quiso escuchar razones. Le parecía increíble que su consuegro, Andrés Rodríguez, al que había defendido varias veces, con el que había compartido y por el cual había hecho desaparecer del Paraguay todos los números de una edición de la revista Selecciones en la que se lo vinculaba con el narcotráfico, pudiera conspirar en su contra. Estaba muy equivocado.

Eran las 20:00 del 2 de febrero. Alfredo Stroessner Matiauda abordó su vehículo y se dirigió a la casa de María Estela “Ñata” Legal, su amante durante 18 años y con quien tenía dos hijas y un “hijo del corazón”. El dictador había sido advertido del golpe que se estaba gestando en su contra, pero hizo oídos sordos y no dispuso que su custodia se encargara de la revisión de la ruta. Mientras tanto, en otro punto, dos coroneles leales a la revolución recibían la misión de secuestrarlo en ese lugar para evitar derramamiento de sangre.

Mientras se encontraba en la casa de “Ñata” (actual predio del World Trade Center Asunción), Stroessner recibió una nueva llamada en la que le volvían a advertir del golpe de Estado. Ante esta situación, el dictador decidió huir hasta la casa de su hijo Freddy, una residencia ubicada frente a Mburuvicha Róga. Stroessner, su chofer y su escolta llegaron hasta el Batallón Escolta Presidencial y de allí pasaron al Comando en Jefe, dependencia que funcionaba en un edificio contiguo y estaba ubicado entre el Batallón y el Ministerio de Defensa. El dictador estaba acompañado por su hijo Gustavo, una de sus nueras y su hija Graciela.

Las primeras bajas de las largas horas de golpe se dieron precisamente en la casa de Ñata Legal, donde se produjo el primer enfrentamiento entre componentes de ambos bandos. Efectivos del Regimiento Escolta Presidencial, leal a Stroessner, se enfrentaron con fuerzas de la Caballería, leales al general Rodríguez. Una hora después de que se pusiera en marcha el engranaje del golpe, a las 21:00, Rodríguez era comunicado sobre el fracaso de la operación de apresar a Stroessner. Los encargados de aquella tarea habían sido los coroneles Eduardo Allende y Óscar Díaz Delmás (Carlos 4).

Un manto de duda cubrió brevemente a Rodríguez, que minutos después dio la orden a gritos. La Operación 33, prevista para el 3 de febrero a las 03:00, estaba en marcha. A partir de ahí, comenzó la movilización. Una docena de tanques y un centenar de hombres bajo el mando del Cnel. Lino César Oviedo se dirigieron al Batallón Escolta Presidencial. Nadie sabía la ubicación exacta del “Número 1” (Stroessner), pero fueron hasta allí porque pensaban que era el punto donde se podía registrar la resistencia, siendo una de las unidades más importantes entre los leales al dictador.

Desde Chaco’i, tanques Cascavel al mando del Cnel. Pedro Concepción Ocampos salieron para ubicarse frente al Club Olimpia. La orden de abrir fuego fue recibida por los revolucionarios a las 21:20. Rodríguez intentó convencer a los comandantes leales a Stroessner a fin de que depusieran las armas, bajo la promesa de que serían bien tratados. Las fuerzas del dictador podían deponer armas y presentarse en la Escuela de Educación Física de las Fuerzas Armadas, el Hospital Militar (actual Hospital de Trauma) o el club Olimpia.

Media hora fue el plazo otorgado por Rodríguez. Oviedo se encontraba impaciente y pidió atropellar la muralla del cuartel donde se encontraba Stroessner para evitar que las fuerzas se reorganizaran. Como la rendición tardaba en llegar, Oviedo se encargó de recordarles que estaban rodeados por tanques y que les enviaría “regalitos” para terminar la cuestión antes del amanecer. La Escolta Presidencial resistía el asedio y se temía que fuera una distracción para permitir la llegada de fuerzas de la Artillería de Paraguarí, leales al dictador. Oviedo, hastiado, advirtió al Gral. Francisco Ruiz Díaz, comandante del Regimiento Escolta, de que él sería el responsable de las muertes que se dieran.

Mientras tanto, Mario Abdo Benítez y varios hombres fuertes del gobierno de Stroessner eran detenidos en Ciudad del Este, por aquel entonces conocida como Puerto Presidente Stroessner. Ya alrededor de las 23:00, las fuerzas revolucionarias habían conseguido replegar a gran parte de los leales a Stroessner. Algunos equipos intentaban terminar con la resistencia ofrecida en el Palacio de Gobierno, además de intentar apoderarse del Cuartel General de la Policía y ocupar medios de comunicación. El Gral. Brítez Borges, comandante de la Policía, se terminó por rendir luego de aguantar apenas con 50 hombres y fue detenido en la Comandancia.

Los revolucionarios contaban incluso con dos buques patrulleros puestos a disposición por la Armada. La única preocupación seguía siendo la Aviación, una de las fuerzas que de seguir resistiendo podría haber hecho fracasar el golpe. A las 23:30, el Cnel. Regis Romero daba la noticia de la rendición de la Fuerza Aérea, consiguiendo al mismo tiempo mantener los bríos de los revolucionarios. Aviones Xavante desarmados sobrevolaron para demostrar la rendición de la Aviación y brindar relativa tranquilidad a quienes se levantaron en armas.

Una vez que llegó la noticia de que Stroessner se encontraba dentro del predio de la Escolta, los revolucionarios decidieron actuar con más arrojo para obtener la victoria en el menor tiempo y con la menor cantidad posible de bajas. El dictador, en realidad, se encontraba en el predio del Comando en Jefe. Oviedo ingresó hasta el lugar en que se encontraban el dictador y sus acompañantes y logró la rendición. Un subalterno pidió en ese momento que los aviones no dispararan hacia el lugar, ya que el coronel revolucionario se encontraba allí.

Escoltado por dos tanquetas, Oviedo acompañó al dictador Stroessner hasta la Caballería. Todo el tiempo, “Carlos 3”, sentado en el asiento trasero junto al dictador y al hijo de éste, Gustavo, tenía una granada en la mano, amenazando con hacerla estallar si el conductor desviaba la ruta. Antes, Oviedo había dado la orden al conductor de la tanqueta que iba detrás del automóvil presidencial de que disparara si el vehículo se desplazara a una velocidad superior a los 40 km/h.

A las 00:00 del 3 de febrero se realizó la primera proclama del comandante de las fuerzas golpistas, el Gral. Andrés Rodríguez. Ésta había sido grabada vía telefónica en Radio Primero de Marzo, emisora que fue tomada ni bien se inició el golpe. A la 01:30 comenzó a reproducirse la proclama del Gral. Rodríguez, que habría sido en parte escrita por Luis María Argaña, y se repetía cada 10 minutos.

A las 03:00, Stroessner llegó a la casa de Rodríguez en la Caballería. Quienes estuvieron allí aseguran que los consuegros no intercambiaron palabras antes, durante ni después de la firma de la renuncia del dictador. Casi dos horas después, a las 04:55, los soldados que resistían en el Palacio de López se rindieron. Minutos después, a las 05:00, Alfredo Stroessner, el hombre que había dirigido los destinos del Paraguay a su antojo, sembrando terror bajo el amparo de colorados y militares, firmaba su renuncia.

Stroessner dejaría suelo paraguayo el 5 de febrero, partiendo rumbo a Brasil, donde el gobierno le había ofrecido asilo político. El dictador, al que se lo vincula con miles de muertes y desapariciones, además de grandes hechos de corrupción, nunca fue juzgado ni tampoco volvió a pisar el territorio de nuestro país.

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