Nacer para curar

Egresado como médico en el año 2000, el Dr. Julio Sartori cruzó las fronteras y se especializó en Medicina Interna. Con una segunda especialización en Dermatología, el paraguayo se destaca hoy como médico sobresaliente en la Clínica Mayo, en Rochester.

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Su mérito no es poco. Intrigado por el funcionamiento del cuerpo humano, descubrió su vocación por la Medicina y emprendió un camino académico en el que –desde temprano– encontró el éxito, en base a esfuerzo y responsabilidad.

Alentado por su madre, maestra de profesión, su empeño lo coronó hasta culminar la carrera de Medicina en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Asunción, con un promedio de 5 absoluto, récord que no se registraba desde hacía 40 años.

“No fue hasta mi último año de la carrera cuando me di cuenta que la posibilidad de mantener ese promedio era factible. Hasta entonces me había enfocado en estudiar y tomar los exámenes, uno a la vez, esperando obtener el mejor resultado. Ya durante el sexto curso, me esforcé aún más, con más horas de estudio y menos de sueño. Afortunadamente, todo salió bien”, recuerda hoy.

Pero, más allá del promedio, el profesional recuerda “los abrazos, felicitaciones y palabras de aliento” luego de rendir su último examen, de Pediatría.

Hoy, el médico paraguayo se destaca entre los cuatro “médicos sobresalientes” en base a su desempeño durante los tres años de entrenamiento en la Clínica Mayo, de Rochester, Minnesota, Estados Unidos.

-¿Cómo llegó a tu vida la vocación de la Medicina?

-Siempre me intrigó conocer y descifrar el funcionamiento del cuerpo humano, así como comprender la base científica que permite que diferentes órganos y mecanismos intracelulares operen coordinadamente para ejecutar sus funciones en condiciones normales y las alteraciones que ocurren durante estados anormales o de “enfermedad”. Por otro lado, disfruto mucho de la interacción con nuevas personas y del constante desafío de enfrentarse a diferentes situaciones. La medicina e investigación me permiten combinar y satisfacer estas dos pasiones y, a la vez, colaborar en pequeña (un paciente a la vez) y gran (a través de la investigación) escalas con el mejoramiento de la salud y calidad de vida, respectivamente.

-Sabemos que fuiste alumno destacado ya desde tus primeros años de formación primaria en Paraguay. ¿Cómo se forjó en tu personalidad tanta responsabilidad y dedicación, que hoy se destacan en tu carrera?

-Mamá es profesora jubilada del ciclo primario. Ella tuvo, y sigue teniendo, una influencia muy importante en mi educación y fue quien despertó mi pasión por la lectura y el estudio. Cuando estaba en la primaria, ella me ayudaba con los ejercicios de Matemáticas y me tomaba las lecciones antes de los exámenes. Además tuve la fortuna de haber cursado mis estudios primarios y secundarios en el Colegio Internacional, donde aprendí el valor de la autodisciplina y dedicación.

-¿Cuáles son tus principales recuerdos de tus tiempos de estudiante de Medicina?

-Principalmente recuerdo las actividades extracurriculares, como las reuniones en la cantina de la facultad, los festejos después de los exámenes y también las largas filas en espera de las fotocopias de los resúmenes de las clases –los míos no eran particularmente populares (risas)– o de las anotaciones de los profesores. También recuerdo con mucha alegría la gratitud de los pacientes y familiares cuando encontraban respuesta, alivio o al menos consuelo a sus dolencias. Cursé la carrera con un grupo fantástico de estudiantes y amigos que actualmente se destacan en sus respectivas especialidades.

-¿Cuál fue tu especialidad seleccionada? ¿Cómo nació tu interés hacia esa rama?

- Amo la Medicina y todo lo que se relaciona con ella, por eso me especialicé en Medicina Interna. Los médicos internistas enfrentan día a día la difícil tarea de definir un diagnóstico con un poco más que unos simples síntomas, examen físico y, cuando es posible, estudios de laboratorio o imágenes. Especialmente en Paraguay, ellos (los médicos internistas) practican el “arte” de la medicina. De la misma manera, los dermatólogos son capaces de llegar un diagnóstico, incluso de enfermedades con una base genética, basándose en el minucioso estudio de lesiones de la piel. Considero ese desafío igualmente fascinante e intelectualmente muy estimulante, por eso decidí hacer una segunda especialización en dermatología aquí en la Clínica Mayo.

-Hace siete años emprendiste vuelo hacia los Estados Unidos. ¿Cómo se dio la decisión y cuáles fueron tus primeros pasos allí?

-Cuando terminé la residencia en Paraguay me puse en contacto con la Dra. Jane Reckelhoff, del Departamento de Fisiología y Biofísica del University of Mississippi Medical Center, a través de la ayuda mi amiga y colega la Dra. Licy Yanes, también graduada de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNA, quien se encontraba trabajando con ella y había desempeñado un excelente papel. En ese entonces, la Dra. Reckelhoff necesitaba un nuevo 'postdoctoral fellow' y fue así que me incorporé a su laboratorio de investigación a mediados del 2005.

En el 2007 fui promovido al rango de Instructor de Fisiología y Biofísica, luego de obtener un 'grant' (beca) del American Heart Association (Asociacion Americana del Corazon), y permanecí trabajando en el área de diferencias sexuales en la regulación de la presión arterial y las enfermedades del riñón hasta junio del 2009, cuando me incorporé a la Clínica Mayo.

-¿Cómo se desarrolló tu incorporación a la Clínica Mayo, en Rochester?

-El proceso para acceder a las residencias médicas en Estados Unidos es idéntico para médicos americanos y extranjeros, y consta básicamente de dos pasos. Primero se deben pasar tres exámenes, dos de ellos son de selección múltiple y califican el conocimiento médico; el tercero es un examen práctico con actores que pretenden ser pacientes y califican otros aspectos de la relación médico-paciente que son igualmente importantes como ser el trato respetuoso, y para extranjeros, la habilidad de comunicarse en inglés.

Una vez pasados los exámenes se envía un “paquete de aplicación” a las diferentes universidades y hospitales del país. Ese paquete incluye el resultado de los exámenes, cartas de recomendación de profesores que hayan trabajado con el aplicante y pueden juzgar su desempeño como médico, y un breve ensayo describiendo el interés en cada especialidad (en mi caso Medicina Interna y Dermatología).

Luego, cada programa evalúa las aplicaciones de cientos de médicos y decide, en base a sus respectivos criterios, invitar a un grupo de aplicantes para una entrevista personal. En general cada aplicante tiene la posibilidad de entrevistar en varios programas durante un periodo de 3 a 4 meses, al final del cual el aplicante escoge los programas de residencia en orden descendente de preferencia. Los programas hacen lo mismo y escogen a los candidatos de su preferencia.

Pienso que la combinación de buenas calificaciones en la facultad y en los exámenes que mencioné previamente, junto con las publicaciones científicas fruto de mis años en investigación y mucha… ¡muchísima suerte!, me permitieron pasar todos los filtros y acceder a mi trabajo en la Clínica Mayo.

-Fuiste galardonado entre los cuatro profesionales por tu desempeño en la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota, Estados Unidos. ¿Cuáles considerás que fueron parámetros para el premio? ¿Cómo recibís este nuevo reconocimiento?

-Cada año, el Programa de Medicina Interna del Mayo School of Graduate Medical Education escoge entre 48 residentes del ultimo año 4 “médicos sobresalientes” en base a su desempeño durante los 3 años de entrenamiento.

El comité de selección tiene en cuenta el profesionalismo, las habilidades clínicas, el número de publicaciones científicas, el conocimiento médico, el resultado de las evaluaciones por parte de profesores y colegas, así como las contribuciones de cada residente al programa.

Estoy muy feliz con el premio y humildemente orgulloso de haber contribuido a que la Facultad de Ciencias Medicas de la UNA ocupe un sitio de honor junto con otras prestigiosas instituciones académicas de Estados Unidos que han sido reconocidas, a través de sus egresados, a la largo de los años.

-Ya en la facultad conociste a Marcia Venegas Pont, tu actual esposa y colega, quien también se desempeña como médica interna en la Clínica Mayo. ¿Qué podés contarnos de esta bella historia de amor, entre libros de Medicina y residencias, que hoy sigue vigente en Estados Unidos?

-Marcia -mi esposa- y yo nos conocimos e hicimos novios durante el primer año de la carrera y seguimos juntos hasta ahora. Nos sentimos extremadamente afortunados y felices de tenernos el uno al otro, especialmente lejos del resto de nuestras familias y amigos. Marcia también trabajó en investigación básica antes de incorporarse a la Mayo en febrero de este año. Ella planea especializarse en reumatología y continuar sus trabajos de investigación en lupus.

-¿Cómo observás, desde la distancia, la educación paraguaya en la carrera de Medicina, así como la investigación científica desarrollada en nuestro país?

-Como mencioné antes, soy egresado de la Facultad de Ciencias Medicas de la UNA y, por lo tanto, solo puedo referirme a mi experiencia en esa casa de estudios. Estoy convencido que, salvo la brecha tecnológica, la formación que recibí en Paraguay fue muy sólida y completa. Gracias a la generosidad de los pacientes que acuden al Hospital de Clínicas y la dedicación de profesores, instructores y personal de enfermería, los estudiantes tienen el privilegio de construir su juicio clínico mediante la interacción directa médico-paciente.

Con referencia a la investigación científica, tengo conocimiento de varios grupos de colegas que con mucho esfuerzo diseñan y ejecutan protocolos de investigación. La voluntad y capacidad existen, pero la infraestructura sin duda se beneficiaría de un mayor apoyo económico.

Aunque no vivo en Paraguay, no estoy ajeno a las necesidades de salud y educación, y veo con mucho respeto las gestiones de quienes luchan por mejorarlas; sin embargo, asimismo lamento que ambas sigan siendo relegadas en favor de otros intereses o instituciones.

-¿Qué consejos les darías a los actuales estudiantes de Medicina y a aquellos que sueñan con empezar la carrera?

-Esta es una pregunta muy halagadora, pero en realidad yo no me siento en posición de dar consejos a nadie, simplemente porque mi “receta” –por llamarlo de alguna manera– para alcanzar cualquier objetivo es muy sencilla: estudiar, estudiar y estudiar. No todos nacemos con grandes dotes de atleta o artista… ¡al menos yo no! (Risas); pero hoy en día casi todos tenemos acceso a la más avanzada y reciente información, y el buen uso de esa herramienta, junto con el trabajo duro y honesto, tiene el poder de abrir todas las puertas.

Agradecimientos

En su carrera de logros, el Dr. Julio Sartori recuerda, especialmente, a su madre, María Valinotti de Sartori; su esposa, Marcia Venegas Pont; su tía, la Dra. Carmen Maldonado; su amiga y colega, la Dra. Licy Yanes, y su mentora de investigación, la Dra. Jane Reckelhoff. “A todas ellas debo, de una otra manera, gran parte de mis logros personales y profesionales”.

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