El sermón silencio de Francisco

Entendió que la era digital no era una amenaza, sino una oportunidad, y no se limitó a amplificar el mensaje, habitó la red creando comunidad y diálogo.

El papa Francisco
El papa Francisco en una de sus intervenciones no programadas.

En la historia de la Iglesia, pocos papas han logrado que su palabra y su imagen se fundieran con tanta naturalidad como lo hizo Francisco. Desde aquel atardecer de marzo de 2013, cuando pidió la bendición del pueblo antes de impartir la suya, Jorge Mario Bergoglio inauguró un pontificado donde la comunicación no era solo un canal, sino una forma de ser. Su legado comunicacional es, ante todo, el de la autenticidad: el mensaje y el mensajero, la palabra y la acción, la identidad y la imagen, todo en Francisco fue integral.

Francisco supo que la Iglesia Católica estaba en un momento crucial y atraer a los fieles era más que una misión. Así fue que entendió que para hablarle al mundo había que despojarse de solemnidades y atreverse a la cercanía.

Su lenguaje, directo y a menudo coloquial, rompió con la retórica distante de otros tiempos. Frases como “¿Quién soy yo para juzgar?” o la Iglesia como “hospital de campaña” se convirtieron en sound bites que dieron la vuelta al mundo y redefinieron conceptos tradicionales. Su opción por una “Iglesia pobre para los pobres” no fue solo un lema, sino una consigna.

Sin zapatos rojos ni Palacio

En Francisco, la comunicación no verbal fue un sermón silencioso. Desde el primer día, renunció a la sotana bordada y optó por la sencillez del blanco liso, dejó los zapatos rojos y eligió vivir en la residencia de Santa Marta, lejos del boato del Palacio Apostólico. Su auto era tan modesto como su discurso. En cada viaje, en cada abrazo a los descartados, en cada lavatorio de pies, su humildad fue la mejor predicación.

Entendió que la era digital no era una amenaza, sino una oportunidad. Bajo su liderazgo, la cuenta @Pontifex se convirtió en un canal global, en sumatoria, con más de 44 millones de seguidores, llevando mensajes de fe y esperanza en nueve idiomas. No se limitó a amplificar el mensaje; habitó la red creando comunidad y diálogo, con posteos que usaban el lenguaje de la época, y entrevistas improvisadas en las que nunca rehuía las preguntas incómodas.

Su legado comunicacional no se agota en palabras o gestos simbólicos. Su liderazgo fue un llamado a la acción concreta, a la justicia social, a la opción preferencial por los pobres y a la denuncia de la “cultura del descarte”.

Una característica que no puede dejarse de lado en Francisco es ese inconfundible sello argentino que impregnó cada una de sus intervenciones públicas. Su origen porteño se filtró en el modo en que supo romper la solemnidad habitual del papado, aportando un aire muchas veces inesperadamente gracioso a sus mensajes. Francisco no dejó de lado su carácter nacional: sus intervenciones, siempre llamativas y poco convencionales para la figura de un papa, estaban cargadas de ese humor sencillo, directo y hasta irónico, tan propio de la idiosincrasia argentina.

Humanizar en la era de discursos vacíos

Lejos de la grandilocuencia o el artificio, su comunicación tenía ese matiz de picardía y llaneza que lo distinguía: una sonrisa cómplice, una broma ocurrente, una anécdota de barrio. Así, Francisco supo humanizar aún más su figura, logrando que millones se sintieran interpelados no solo por el líder espiritual, sino por el hombre común que nunca renegó de sus raíces

Quizá el mayor legado de Francisco sea haber abierto, con palabras y hechos, las puertas de la Iglesia a todos. Su mensaje más fuerte fue la universalidad, la invitación a una Iglesia en salida, capaz de escuchar, dialogar y actuar junto a los pueblos, especialmente los más vulnerables.

El eco de su voz y la elocuencia de su silencio seguirán resonando mucho después de su partida. Francisco nos enseñó que la verdadera comunicación nace de la coherencia, la humildad y la valentía de mirar al otro a los ojos. En un mundo saturado de discursos vacíos, su herencia es una brújula: ser, hacer y parecer, en comunión con la verdad.

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