Una expresión frecuentemente escuchada en el mundo empresarial dice que “la mejor manera de hacer quebrar una empresa es poner a un financiero a manejarla”. Esta expresión encierra una crítica hacia aquellas gestiones que adoptan una visión exclusivamente financiera, incluso a costa de descuidar los factores críticos de éxito que sustentan a una organización. En la búsqueda de resultados inmediatos, se corre el riesgo de comprometer la sostenibilidad a largo plazo.
Un enfoque financiero excesivamente técnico, por sí solo, no garantiza la continuidad de un negocio. En cambio, la sinergia entre un uso competente de herramientas financieras y una gestión estratégica coherente, se convierte en un pilar esencial para la administración empresarial eficaz.
No se trata únicamente de controlar cifras para alcanzar rentabilidad, sino de apoyarse en dichas cifras para formular y ejecutar estrategias adecuadas en un entorno cada vez más volátil y competitivo.
Las finanzas proporcionan las herramientas para evaluar la situación económica de una empresa. Las finanzas funcionan como un mecanismo de verificación, que permite la medición de la rentabilidad, la liquidez, la eficiencia operativa y la solvencia.
A través del análisis de estados financieros, presupuestos, proyecciones de flujo de caja y modelos de rentabilidad, los líderes empresariales obtienen una visión clara del desempeño actual y futuro del negocio. En este sentido, las finanzas no deben entenderse únicamente como una función de control, sino como un sistema de apoyo a la toma de decisiones estratégicas.
Un análisis financiero riguroso además de describir el estado de una empresa, permite revelar causas y riesgos, como así también identificar oportunidades y caminos de acción, permitiendo a los líderes reorganizar o redefinir el modelo operativo de la empresa en función de sus verdaderos motores de valor.
Diversos estudios de caso evidencian que la falta de alineación entre la estrategia y las finanzas puede asestar un golpe fatal a una organización. Por ejemplo, empresas que crecen aceleradamente sin evaluar su capacidad financiera terminan sobreendeudadas. Otras, que buscan reducir costos sin considerar el impacto en la experiencia del cliente, pierden clientes y competitividad.
Otro de los errores más comunes es no invertir en innovación, sea en productos, procesos o tecnología, solo por considerarla un gasto innecesario. Sin embargo, lo que se omite es que no innovar también es un riesgo, y probablemente un riesgo mucho mayor: el riesgo de volverse irrelevante en mercados que cambian aceleradamente.
Grandes marcas como Blockbuster, BlackBerry, Kodak o recientemente Sears, son ejemplos emblemáticos. Todas ellas contaban con recursos financieros importantes, sin embargo optaron por no innovar a costa de mantener un nivel de rentabilidad adecuado. Ignoraron, que el verdadero valor no está solo en mantener la rentabilidad del presente, sino en anticipar y adaptarse al futuro.
En definitiva, una estrategia carente de sustento financiero resulta frágil, mientras que unas finanzas carentes de orientación estratégica derivan en una gestión ineficiente. La verdadera ventaja competitiva surge cuando ambos enfoques se alinean, dando lugar a organizaciones sólidas desde lo financiero, y lúcidas desde lo estratégico.
∗ Consultora Financiera