Paraguay ha logrado en las últimas décadas robustecer un aparato industrial más diverso, moderno y competitivo. Desde agroindustrias de gran escala hasta parques tecnológicos, fábricas textiles, plantas farmacéuticas, laboratorios, cementeras y frigoríficos, el país cuenta hoy con una infraestructura instalada capaz de generar mucho más valor agregado del que actualmente produce. Sin embargo, esa capacidad productiva no se está aprovechando del todo.
Los números lo reflejan con claridad, ya hay industrias que trabajan al 60%, al 44% o incluso al 25% de su capacidad total. Esto significa que parte de las máquinas están encendidas, pero otras tantas están paradas, subutilizadas o trabajando a ritmo reducido. En términos económicos, hablamos de una capacidad ociosa estructural que arrastra Paraguay hace años.
Lea más: Capac: cuatro años forjando reglas para la industria del acero
¿Por qué ocurre esto en un país que busca desarrollarse industrialmente? ¿Qué impide que el sistema productivo funcione a pleno? La respuesta no es única ni sencilla, pero el diagnóstico empieza por mirar dentro de las propias plantas.

Del silo a la barcaza: el caso de la agroindustria
Uno de los sectores con mayor infraestructura instalada en Paraguay es el agroindustrial y agroganadero. Las plantas aceiteras y los frigoríficos bovinos representan inversiones multimillonarias orientadas al procesamiento de materias primas locales, con tecnología de punta y alta capacidad de molienda o faena. Sin embargo, en ambos casos, el uso efectivo de esa capacidad dista de ser pleno.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Según datos de la Cámara Paraguaya de Procesadores de Oleaginosas y Cereales (Cappro) en 2025, durante el primer cuatrimestre de 2024 las industrias aceiteras paraguayas utilizaron apenas el 67% de su capacidad instalada. A pesar de una cosecha récord de soja, la molienda fue incluso inferior a la del año anterior, con un volumen total de apenas 2,64 millones de toneladas procesadas. En 2022, el panorama había sido aún más crítico: la industria trabajó al 44% de su capacidad, afectada por la sequía y por la caída en la disponibilidad de materia prima. Inclusive cerrando 2024 con cierta recuperación, el sector reconoció que fue el nivel de actividad más bajo de la última década, muy por debajo del pico alcanzado en 2018, cuando se llegó al 87% de uso.
Las causas estructurales están claras, es decir, más del 75% de la soja producida se sigue exportando como grano sin procesar, y la falta de incentivos fiscales (como la devolución de IVA industrializado) desalienta su transformación local. Sin medidas que equiparen la competitividad, la capacidad instalada queda a medio uso.
Algo similar ocurre con los frigoríficos, cuya capacidad de faena aumentó más de 50% en los últimos diez años, pero cuya utilización efectiva oscila entre el 60% y el 73%, según datos del Servicio Nacional de Calidad y Salud Animal (Senacsa). La ampliación del parque industrial frigorífico no fue acompañada por una oferta ganadera proporcional, y en los años de stock reducido muchas plantas operan con turnos limitados.
Lea más: El sector cárnico nacional se prepara para inspecciones de EE. UU. y Japón

Cemento y acero: la capacidad que pesa
Otro eslabón es la industria del cemento, uno de los pocos donde existen cifras actualizadas sobre capacidad instalada y nivel de aprovechamiento. La capacidad conjunta de las tres principales cementeras del país —Industria Nacional del Cemento (INC), Yguazú Cementos y Cecon— asciende a 48,6 millones de bolsas anuales, mientras que la demanda interna ronda las 37 millones de bolsas, según datos del 2024. Esto implica una capacidad ociosa del 22%.
En el caso de Cecon, su planta industrial inició operaciones plenas en 2023 con una capacidad instalada de 20,6 millones de bolsas anuales. Con esta incorporación, Paraguay aumentó de manera considerable su oferta de cemento, pero la demanda interna no ha crecido al mismo ritmo, dejando parte de esa infraestructura subutilizada.
En paralelo, el sector siderúrgico muestra una situación similar, aunque más difícil de cuantificar. Empresas asociadas a la Cámara Paraguaya del Acero (Capac) vienen realizando inversiones en tecnología, control de calidad y apertura de mercados. En entrevistas recientes con ABC Negocios en julio de 2025, representantes del gremio señalaron que la clave para aprovechar la capacidad instalada pasa por desarrollar exportaciones, ya que el consumo nacional sigue siendo limitado. Algunas firmas ya lograron vender al exterior productos como caños estructurales y perfiles, aunque aún en volúmenes reducidos.
En ambos sectores, el país cuenta con la infraestructura industrial montada, pero el uso pleno de esa capacidad depende de variables externas como la expansión del mercado interno, ejecución de obras públicas, sustitución de importaciones y acceso fluido a mercados internacionales.
Lea más: Senador critica exclusión de la industria paraguaya en la compra de pupitres chinos

Textil y maquila: capacidad atrapada en ciclos cortos
El rubro textil es uno de los que mayor dinamismo mostró en los últimos años en Paraguay, sobre todo bajo el régimen de maquila. Sin embargo, detrás del crecimiento de fábricas, talleres y naves industriales hay una realidad más compleja: la capacidad instalada no se utiliza de forma sostenida, sino de manera intermitente, según las condiciones del mercado externo, los contratos temporales y las exigencias de los compradores.
En 2023, el Ministerio de Industria y Comercio (MIC) informó que más del 40% de las industrias maquiladoras del país corresponden al sector textil-confecciones, con plantas distribuidas en Central, Amambay y Alto Paraná. Sin embargo, muchas de estas plantas trabajan en función de pedidos específicos por temporada, y no logran mantener una producción continua durante todo el año. Esto genera altibajos en la ocupación de líneas de producción y en el uso efectivo del equipamiento instalado.
En una reciente presentación de la Red de Inversiones y Exportaciones (Rediex), el ministro Javier Giménez explicó: “Paraguay tiene la infraestructura instalada para ser un proveedor regional en textiles; lo que falta son contratos y articulación”. Esta declaración resume bien la situación, siendo que las capacidades físicas existen, pero no están integradas a cadenas productivas permanentes. La dependencia de grandes grupos compradores del exterior —principalmente de Brasil— hace que muchas plantas tengan meses de plena actividad seguidos por períodos de casi total inactividad.
Un fenómeno similar ocurre en el rubro de ensamblaje de autopartes y electrónica bajo maquila, donde empresas como Yazaki, Fujikura y Leoni han instalado líneas de producción modernas. A pesar de la infraestructura colocada y de los más de 25.000 empleos directos generados por el régimen, el uso de capacidad también varía según contratos internacionales, lo que limita una planificación industrial de largo plazo.
El gran desafío, en este caso, no es técnico ni financiero, sino de encadenamiento comercial y permanencia contractual. Mientras no se logren vínculos más estables con compradores regionales o globales, las máquinas seguirán dependiendo de pedidos puntuales para estar encendidas.

Farmacéuticas y químicas: capacidad con límites regulatorios
A diferencia de otros sectores, la industria farmacéutica paraguaya ha mostrado un uso relativamente alto de su capacidad instalada, especialmente en laboratorios nacionales que abastecen el mercado local y exportan a países de la región. No obstante, el crecimiento de infraestructura productiva en este rubro se enfrenta a barreras no físicas, sino regulatorias y de homologación, que impiden escalar esa capacidad a todo su potencial.
Según datos del MIC del año 2024, Paraguay cuenta con más de 40 laboratorios habilitados, de los cuales al menos 10 exportan de forma regular a mercados como Bolivia, Uruguay, Centroamérica y algunos países africanos. Estos laboratorios —como Lasca, Éticos, Indufar y otros— poseen plantas con líneas automatizadas y estándares de calidad certificados por entes regionales, lo que les permite operar a niveles superiores al promedio industrial nacional.
Sin embargo, según referentes del sector, existen trabas sanitarias y comerciales que limitan el ingreso a nuevos mercados, lo que restringe el uso total de las instalaciones. Muchas líneas de producción están disponibles, pero solo se activan cuando hay acuerdos de compra pública o exportaciones autorizadas. En épocas sin llamados o licitaciones, esa capacidad queda parcialmente subutilizada.
Algo similar ocurre con la industria química no farmacéutica, especialmente en áreas como fertilizantes, pinturas, agroquímicos e insumos industriales. Si bien existen fábricas con capacidad técnica instalada, el acceso a materias primas importadas, las fluctuaciones del dólar y la competencia regional desleal dificultan mantener niveles sostenidos de producción.
En recientes declaraciones del titular de la Unión Industrial Paraguaya (UIP) durante un foro realizado en marzo, alertó que se cuenta con la tecnología e infraestructura, “pero sin un entorno regulatorio que garantice previsibilidad, muchas líneas de producción seguirán apagadas o funcionando por debajo del umbral rentable”.
Esto deja en claro que, en estos sectores, la capacidad instalada no está frenada por falta de equipamiento o inversión, sino por un marco legal y comercial que no termina de acompañar la dinámica industrial.

Lo que queda en juego
No obstante, la industria paraguaya ha dado pasos relevantes en infraestructura, automatización, certificación y diversificación. El país cuenta con plantas textiles, farmacéuticas, cementeras, siderúrgicas y agroindustriales de primer nivel, muchas de ellas capaces de abastecer no solo al mercado interno, sino también al regional.
Sin embargo, la brecha entre lo que está instalado y lo que efectivamente se usa sigue siendo grande y estructural. Las causas no son únicas ni lineales: varían entre falta de demanda, ciclos de producción estacionales, escasez de contratos, trabas regulatorias o baja articulación comercial.
Esto plantea una paradoja cada vez más evidente, donde en parte Paraguay no necesita construir más fábricas para crecer; necesita hacer funcionar mejor las que ya tiene. El desafío no está en el cemento o el acero, sino en la estrategia. Y mientras esa distancia no se cierre, el verdadero potencial industrial del país seguirá siendo una promesa en pausa.