Paraguay se adelantó 30 años al mundo en el mercado de carbono

La Fundación Moisés Bertoni comercializó los bonos de carbono hace 30 años, y la reserva del bosque Mbaracayú fue el gran aliado. El propósito de cuidar el planeta llevó a la organización a seguir innovando, hoy recolecta 18 millones de litros de sangre de frigoríficos, evita la contaminación de ríos, los transforma mediante procesos industriales y exporta balanceados a cuatro países.

En el corazón de Sudamérica, Paraguay emerge como un protagonista clave en la cruzada ambiental, la Fundación Moisés Bertoni lidera una estrategia que combina conservación de la biodiversidad, ciencia aplicada y economía circular para combatir el exceso de emisiones de carbono a la atmósfera.

Desde hace más de tres décadas, esta organización no solo protege la naturaleza, sino que la gestiona con visión. Su modelo apuesta por soluciones que integran comunidades locales, empresa privada y tecnología, en una estrategia común por un planeta más sostenible.

Pioneros en mercados de carbono

La fundación fue pionera a nivel global en el mercado de bonos de carbono hace 30 años. Yan Speranza, director ejecutivo de Moisés Bertoni, explica: “Un bono de carbono es el equivalente a una tonelada de dióxido de carbono (CO2) que se evita emitir o se retira de la atmósfera”.

“El mundo está preocupado por la cantidad de gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global. El principal de ellos es el CO2”, señala Speranza. Los bosques, recuerda, actúan como sumideros naturales de carbono: mientras crecen, los árboles absorben dióxido de carbono y liberan oxígeno. En cambio, la deforestación o las quemas generan emisiones masivas.

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El director ejecutvio relata que la fundación es pionera en la cuantificación científica del carbono almacenado en su reserva natural del bosque Mbaracayú, una tarea que comenzó en 1990. Desde entonces, ha calculado de forma rigurosa las toneladas de carbono que puede capturar y almacenar el ecosistema, siempre y cuando se mantenga intacto.

Ese conocimiento permitió cerrar un acuerdo histórico con AES (Applied Energy Services), una multinacional energética de Estados Unidos, cuenta Speranza. “La empresa, que genera electricidad a base de carbón mineral, uno de los combustibles fósiles más contaminantes, necesitaba compensar las emisiones de su nueva planta”.

Fundación Moisés Bertoni.
Fundación Moisés Bertoni.

Se determinó que la reserva contenía 27 millones de toneladas de carbono almacenado, de las cuales vendió 12 millones a AES a un precio de 15 centavos de dólar por tonelada. “Era un valor bajo, pero fue la segunda operación mundial de venta de créditos de carbono”, destaca.

La operación generó US$ 2 millones, recursos que se destinaron a crear el primer fondo ambiental del Paraguay, que financia hasta hoy la conservación de la reserva sin depender de ingresos del Estado.

Mbaracayú: 64.000 hectáreas de biodiversidad

La reserva natural fue creada por ley en 1991 y está destinada a la conservación permanente. Con 64.000 hectáreas de selva, representa casi seis veces el tamaño de Asunción; es una de las áreas protegidas privadas más importantes del país.

Este bosque no solo retiene carbono, es hogar de más de 90 especies de mamíferos, como el jaguar, más de 420 especies de aves y una rica variedad de flora nativa. Su biodiversidad es clave para el equilibrio ecológico y potencia su capacidad de capturar carbono.

Yan Speranza cuenta que la fundación invierte en su protección activa con 24 guardaparques, equipos de comunicación, transporte y un estricto plan de manejo ambiental. “La colaboración público-privada es esencial: mientras gestionamos los recursos, el Estado tiene la obligación legal de custodiar el área, evitando amenazas como invasiones o plantaciones ilegales que implican la tala y, por tanto, liberación de carbono”.

Sangre transformada en balanceados de exportación

Según Speranza, la visión no se limita al bosque. Su apuesta por la economía circular la ha llevado a desarrollar soluciones industriales que reducen la contaminación y las emisiones desde su origen. Uno de sus proyectos más innovadores surgió de un problema ambiental en la industria cárnica paraguaya: el vertido de sangre de frigoríficos en cursos de agua.

La fundación creó una empresa social que recolecta unos 18 millones de litros de sangre al año y los transforma, mediante procesos industriales, en plasma y hemoglobina, ingredientes ricos en proteínas para producción de alimentos balanceados destinados a cerdos, peces y aves. Más del 90% de esta producción se exporta a países como Vietnam, Brasil, Indonesia y Colombia.

Fundación Moisés Bertoni.
Fundación Moisés Bertoni.

“Este proyecto reduce la necesidad de producir nuevas materias primas con alta huella de carbono, al transformar un desecho en un producto útil”, explica Speranza.

La organización promueve este tipo de prácticas desde hace más de 25 años, cuando aún el término “economía circular” era todavía desconocido, sostuvo. Hoy, trabaja con el sector privado para recuperar envases y subproductos, promoviendo un cambio cultural hacia la sostenibilidad.

Para Yan Speranza, la experiencia demuestra que es posible crear un modelo de conservación autosostenible y replicable, que combina ciencia, educación, economía y participación comunitaria.

Tras proteger los bosques, medir el carbono, generar ingresos verdes, promover la economía circular y exportar productos de calidad, la fundación se ha convertido en un referente mundial en la cruzada global que grandes economías y empresas trabajan incansablemente, invirtiendo recursos, tiempo y creatividad.

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