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Amable lector, si tengo el gusto que ustedes acompañen esta columna recordarán aquella donde recordamos el pensamiento de Hanna Arendt cuando hablaba de “La Banalidad del Mal”. Inconscientemente somos piezas de una maquinaria perfecta de mediocridad e indolencia en donde trascender — para arriba o para abajo — es una idea que nos paraliza, nos aterra.
El Profesor Bernardo Toro, sin embargo, nos anima a actuar en esta época donde todos tienen derecho a conocer, a hablar, a criticar, a insultar, a odiar, pero invierten tiempo inocuo en realidades que no pueden cambiar.
Esta semana me llamó la atención en Twitter el TT de lo que un joven de nombre Nacho estaba haciendo en favor de los ya miles de familiares de pacientes que se encuentran internados en nosocomios del país, principalmente de la zona de la capital.
Es absolutamente necesario decir que no conozco a Nacho. Sí quiero decir que, a pesar de la cantidad de furia, dolor, rabia, envidia — por supuesto — y mucha bilis que le han tirado, hoy en día ha logrado dar de comer a más gente que lo que muchos programas de gobierno de distintas instituciones creadas para tal fin lo han hecho.
El punto es que hoy se llama Nacho. Pero hay muchos, miles de “Nachos” que tejen una red social para que ante el desastre histórico que nos toca vivir quienes sufren tengan aún esperanzas que después de tanto sufrimiento hay algo mejor.
Hoy me gustaría imaginar qué sería de este país si todos los funcionarios públicos tuviesen la iniciativa de los “Nachos”. Y cuando digo “todos” es muy importante aclarar que hago esta salvedad porque conozco a muchos que sí hacen cosas, si se dedican a tiempo completo a sus obligaciones y sí aman su trabajo al que le dedican toda su vocación y convicción.
Lastimosamente aunque maravilloso, destacable, loable y necesario no es suficiente. Ni el esfuerzo de Nacho ni el número — creciente pero aún escaso — de ciudadanos y funcionarios que puedan dedicar no su aPtitud con “P” sino su aCtitud con “C” a la construcción de una carrera personal más satisfactoria, más útil.
No podemos aún superar las mínimas diferencias que tenemos para construir políticas públicas. Si tuviésemos instituciones, los esfuerzos de gente como Nacho serían — además del gesto loable y humano — un segmento de una política pública de cooperación para paliar solo aquellos excepcionales lugares donde el Estado no puede llegar porque no alcanzaron los recursos o circunstancias excepcionales lo impidieron.
Pero ¿cómo podrían alcanzar los recursos si estos fueron rapiñados desde que llegaron? ¿Cómo podríamos conseguir que más medicamentos se consigan si llevamos décadas hurtando remedios de uso exclusivo en nuestro sistema de salud y vendiéndolo a precio vil o entregando como regalo a potenciales electores que lo reciben como un favor?
O ¿acaso es la primera vez que escuchamos de robos de medicamentos, de fábricas de oxigeno fantasma o de sobreprecio en obras? ¿Creíamos que el final sería diferente?
Dos reflexiones finales:
1. Felicidades Nacho a vos y a tu familia por todo lo que están haciendo. Ese espíritu de hacer sin importar qué pueda pasar, caracteriza al individuo que ha construido grandes sociedades. Ojalá que veamos en tu ejemplo el despertar de aquella “trascendencia de lo cotidiano” que habla el Profesor Toro. Ojala podamos entender que podemos cambiar la vida de quien vive en mi ciudad con mucha mayor posibilidad de éxito que cambiar la política migratoria de los Estados Unidos. Yo cambio el mundo y el mundo es mi entorno.
2. Queridos compatriotas que hoy están en una función pública, donde manejan recursos (no solo económicos sino estratégicos, logísticos, informativos) y tiene acceso a construir redes entre sus colegas de otras secretarías, direcciones, ministerios, empresas públicas… fíjense todo lo que pueden hacer con tan poco. ¿No terminarían el día más felices sabiendo que han hecho muy felices a las personas que contribuyen para que puedan tener un salario seguro a fin de mes?
A los muchos que conozco y ya lo hacen hoy, gracias. Son insustituibles. A quienes aún tienen miedo, no esperen vencerlo, lo tendrán siempre. Simplemente háganlo por simple egoísmo. Para superar a la mediocridad que nos hunde, la apatía que nos separa y la indolencia que nos convierte cada día en menos humanos.