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La política lo engloba todo: salud, economía, educación, seguridad, relaciones internacionales, arte y cultura. No es fácil ejercerla, obviamente. Las personas que guiarán los destinos de la patria tendrán que estar preparados intelectualmente y sobre todo, con mucha formación en la parte de los principios, la ética y la moral. Esto último es lo que realmente nos hace falta, teniendo en cuenta la falta de honestidad, de patriotismo, de dignidad y de coherencia que hemos visto ahora y que ha destruido el tejido moral de la nación.
Tampoco tenemos que dejarnos seducir por bellas palabras. Los mensajes deben tener mucha congruencia entre el dicho y el hecho. Conocer a las personas que nos van a gobernar. Mirar si realmente vale la pena para erigirse en autoridades. No basta que posean carisma, elegancia o buen gusto en el vestir. Ni que hablen correctamente o vengan con buenas intenciones.
Para ser un estadista relevante hace falta decisión, coraje y principios morales. También es importante que no traigan un pasado oscuro, con antecedentes judiciales o de robos escandalosos a las arcas del Estado. Esta equivocación la hemos vuelto a cometer, mil y unas veces. No aprendemos nunca.
Volvemos a votar por corruptos, ladrones, bandidos y sinvergüenzas. Personas que usan el poder para llenar sus bolsillos, sin importarles el pueblo. Ellos se vuelven ricos y empobrecen a la mayoría. Nos dejan sin salud, educación, trabajo, seguridad y vivienda. Ostentan con total descaro sus fortunas mal habidas y nos humillan con la vida de reyes que llevan. Tienen mansiones fastuosas, estancias, autos lujosos, empresas, edificios, cuentas bancarias en Suiza y cosas que ni imaginamos, mientras el común sufre horrores para pagar sus impuestos y llegar a fin de mes.
Esta situación de inequidad social es lo que indigna y rebela. Nos vuelve impotentes y descreídos de la política. Tan bajo han caído en esta actividad que les hacen creer a los compatriotas que la única forma de salir adelante es acercándose a un político, siendo hurreros, poniéndose el pañuelo de color al cuello, pegando afiches por las calles o bailando la polca azul o colorada.
Tan degradado esta todo que no generan ni entusiasmo ni esperanzas, en estos momentos. Los electores, inclusive, no encontramos personas potables que inspiren ir hasta las urnas a depositar nuestra confianza. Estamos son la incredulidad y las dudas. Con toda la razón del mundo.
La codicia les conduce a esta gente a perder la vergüenza y la decencia. Saben que con dinero podrán comprar a fiscales y jueces corruptos. Saben que hay impunidad, la madre de la corrupción, que nos lleva de Guatemala a guate peor. Y es una situación de nunca acabar y que solo un pueblo fuerte y organizado, lo puede modificar pensando en sus hijos y nietos.
Gente, es hora de despertarnos y decir nunca más a estos ladrones y vaciadores de las arcas del Estado. No puede el infortunio seguir enamorado del Paraguay, como lo dijo Roa Bastos. Recuperemos los valores morales de honradez, trabajo, patriotismo, austeridad, decencia y sinceridad como ciudadanos y exijamos esos principios a las autoridades.
En las próximas elecciones, en el cuarto oscuro, ejerzamos ese poder enorme. Nosotros, desde abajo, con una consciencia libre y soberana, podemos hacer la verdadera revolución.