Cargando...
De esta forma, no solamente ardieron más tarde “rencor, venganza, rencillas, mentira, violencia familiar y discriminación”, que simbólicamente se extinguieron con las llamas y esparcieron con la fría brisa de la noche de junio. También los niños más pequeños se evitaron el trauma de ver quemándose a una figura que representa a una persona, un uso de características algo medievales no del todo superado, y aprendieron la lección de una forma mucho más didáctica y reveladora.
Al igual que en este lindo lugar ubicado en medio del Alto Paraná, la celebración de San Juan tuvo lugar en todo el país en un lapso de 10 días. Una festividad por demás democrática, que se celebra con alegría desde los confines del Chaco hasta los clubes sociales más elegantes, pasando por pequeños eventos familiares y comercios, hasta reuniones de miles de personas, todas aunadas en el mismo sentir.
La Fiesta de San Juan es un sentimiento, que aglutina a gente de todas las edades y clases sociales. Se estima que tiene su origen en Europa, y fue trasladada a América por los españoles. En el viejo mundo, particularmente en España, se celebraba como una fiesta profana de adoración al sol. Esta fiesta del solsticio de verano tiene por cierto sus variables en varios países europeos.
Como sea, el “San Juan Ára” paraguayo se fue creando a partir de tradiciones religiosas traídas por las órdenes jesuitas en principio. Aquí se juntaron con la cultura local y las tradiciones indígenas que les dan un toque autóctono muy particular. El fuego, allá como aquí, constituye el elemento central, y se lo encuentra en varios componentes de la celebración.
Así como la tradición original europea tuvo variaciones a partir de pinceladas de matiz local, a través de los años la fiesta también fue cambiando de fisonomía. Ya sea las prueberas reinventándose mientras hacen una consulta en sus celulares o el mbjejú que se cocina sobre planchas a inducción, lo tradicional ha aprendido a caminar de la mano junto a la modernidad.
Los clásicos culinarios siguen siendo los mismos, aunque algunos ingredientes cambien, y nos encuentran saboreando unos pastel mandi´o, payagua mascada y chicharö trenzados sin ningún sentimiento de culpa. Asimismo, el palo engrasado o yvyrä sÿi, toro candil y los cambá siguen siendo la delicia de los chicos como también responsables de algún susto... que por cierto nunca pasa a mayores. Antes como ahora, lo que pasa en el San Juan, allí se queda.
Bellezas de la tradición popular que por suerte se conservan y mantienen encendida esa llama de paraguayidad tan importante, tanto por su significado histórico como por el acervo cultural y factor aglutinante que representan. De todo esto no está exento el olfato comercial de clubes sociales, municipios, empresas prestadoras de servicios y las iglesias que a través de una buena organización hacen de esta festividad una excelente ocasión para llevar ingresos a sus arcas.
También representa una oportunidad de trabajo para un montón de gente: Artistas como ser cantantes, bandas típicas y actores tienen muchísima demanda en esta época. Así mismo ocurre con sonidistas, organizadores de eventos, maquilladoras, expertos en iluminación que son requeridos, al igual que empresas que prestan servicios de catering, alquiler de toldos, mesas y sillas, y la lista suma y sigue.
Una llamarada colorida, mezcla de costumbres europeas, adaptadas y con agregados del nuevo mundo, con toques indígenas que hacen de ésta una festividad 100% nuestra. Bien por todos los que fomentan este homenaje a la tradición y qué bueno que los niños de hoy guarden tantos y tan lindos recuerdos, como también nosotros los guardamos de cuando teníamos su edad. Para disfrute de todos, mayores y pequeños, soplan vientos favorables en la cultura paraguaya, y ayer como hoy ¡San Juan dice que sí!.