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Benjamín hizo suyo entonces el discurso del “departamento de fact checking” del diario “Washington Post” acerca de que Trump había incurrido en algo así como veintinco mil mentiras durante su presidencia y repitió las justificaciones del globalismo para celebrar sacar de carrera al entonces inquilino de la Casa Blanca.
Confieso que fue uno de esos programas que producen un dejo amargo. Desde entonces el Washington Post perdió ya más del cuarenta por ciento de sus ventas (CNN, 23 de mayo 2024), seguramente por credibilidad, y el martes el pueblo norteamericano, un cincuenta y uno por ciento de los electores estadounidenses, derrotó sin atenuantes al globalismo.
No sé si Banjamín dirá algo ahora sobre los alrededor de trece millones de votos que aparecieron en las elecciones de 2020 a favor de los globalistas y que ahora desaparecieron como por arte de magia, pues no fueron a Trump y no fueron a la abstención. El fraude electoral debería molestar a cualquier demócrata del mundo, pero el proyecto globalista, como vengo mostrando toda vez que puedo, no es democrático.
Creo que una de las razones por las que el globalismo ha recibido la paliza que recibió el martes en Estados Unidos es porque nosotros, los comunes, nos cansamos de que los “profesores doctores” pretendan actuar como nuestros guías en el pisoteo del sentido común y de la decencia. Aunque estos petulantes de la casta universitaria y sus acólitos en los medios son incurables.
No sé si el globalismo permitirá a Donald Trump gobernar o llegar siquiera, porque es el partido más poderoso del mundo en estos momentos. Pero hay algo que dicho globalismo no puede ocultar a partir del pasado martes: La gente empieza a comprender la basura nazi que es el globalismo y empieza a repudiarlo en todas partes.
Hemos permitido en todas partes que los globalistas se infiltren y secuestren a nuestras instituciones políticas, a nuestros medios de comunicación, a nuestros sistemas financieros, al mundo publicitario, a la órbita empresarial y nos será muy duro y dificil a los comunes recuperar el terreno perdido.
Pero que enorme estímulo es, en esta lucha desigual pero fascinante, saber que no estamos solos, que los que son una pequeña casta son ellos, y que si persistimos como Trump durante los últimos cuatro años, sí se puede sacarlos de donde entraron de contrabando, sí se puede liberar a nuestra República secuestrada y sí se puede cagarse de la risa del montón de estupideces que viven diciendo estos globalistas.