De teléfonos y de inodoros inteligentes

Un inodoro modesto adquirido en una liquidación. Su única inteligencia consiste en responder dócilmente a la cadena o al botón de vertido del agua (si hay agua). Sentado en él, cual El Pensador de Rodin, el paraguayo, estreñido y seco, trata de entender cómo sobrevive el Paraguay al saqueo insaciable del cada vez más poderoso bandidaje vernáculo.

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Este paraguayo estreñido, que mereció un Diccionario de Helio Vera, quizá se pregunte cómo existen hoy tantas cosas inteligentes: teléfonos, inodoros, electrodomésticos, automóviles mientras seguimos sufriendo a tantos ajuragalleta que, investidos de autoridad, viven enfrascados en el asalto al erario y a las leyes. La inteligencia “natural” para el robo. Robar está en la naturaleza del poder en este país.

En el Paraguay con grado de inversión el orden está invertido. Los bandidos usurpan la justicia y los justos temen a la ley. El Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados siguen siendo —como en tiempos de Oscar González Daher— proveedor de salvoconductos para fiscales y jueces protectores del crimen, y garrote para quienes lo persiguen.

El teléfono inteligente del asesinado diputado Eulalio Gomes, más conocido como Lalo, lo prueba. Lo hace con estremecedora contundencia.

El Poder Judicial mismo es lento e inmisericorde con los vulnerables. No ha reaccionado con la presteza con que debió hacerlo para frenar la gigantesca mafia de los pagarés, prohijada por poderosos. No contuvo el vil ejercicio de la usura de Ramón González Daher desde la cárcel. No se apresura por hacer cumplir la condena de 8 años de prisión al hijo de Oscar González Daher, dictada en 2021.

Sentado en su inodoro barato, el paraguayo cotidiano se entera mediante la prensa en las redes (cómo se enteraría la gente de la podredumbre sin la prensa incómoda al poder) que el teléfono —inteligente— de don Lalo tiene secretos cuya revelación nos darán la certeza absoluta de todas las sinvergüencerías que sospechábamos.

Orlando Arévalo, cuyo nombre fue el primero en conocerse del tráfico de fechorías gracias al teléfono de don Lalo, es apenas una mojarrita en el putrefacto mar del poder. Arévalo y el inodoro —¿inteligente?— de su mansión de nuevo rico son perlitas anecdóticas. Arévalo es uno de los frutos de ese frondoso árbol delincuencial que fue González Daher y que tanto había alabado Santiago Peña.

Quienes ordenaron matar a don Lalo no contaron con que su teléfono inteligente lo resucitaría para destapar el pozo negro que existe en las instituciones. Muchas de nuestras “altas autoridades” estarán siendo atacadas por flojedades de vientre ante el temor a un chat inoportuno. Aunque al final los sinvergüenzas se cubrirán todos entre sí, el público se enterará —de manera fehaciente— de lo que verdaderamente son.

Como en la vidriera del cambalache, al lado del teléfono inteligente aparece el inodoro inteligente.

Éste último quizá sirva para que nuestros narcos, lavadores, prevaricadores y autoridades cómplices, evacuen lo que han tragado y, al final, ellos mismos se vayan por los conductos cloacales. Eso será inteligente. Y justo.

nerifarina@gmail.com

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