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Como un efecto colateral casi anunciado, la primera semana desde que se apostó la caseta de control del estacionamiento tarifado en el estacionamiento de la playa, se evidenció un vacío casi total. Esta situación no se veía desde que se inició la temporada alta de verano en la capital de Itapúa.
Los turistas le “hicieron el vacío” literal y simbólicamente a la comuna. Las propias autoridades manifestaron que la confusión sobre el modo en que será aplicada la medida causó que muchos desistieran de su intención de llegar a la playa San José. Los trabajadores ambulantes también expresaron su preocupación, porque en este corto tiempo, ya vieron que las ventas han bajado.
En una primera etapa se aplicará el pago dentro de estos estacionamientos, pero en un mes quieren expandir la medida a varias calles del microcentro. La excusa es el ordenamiento, pero ¿qué se quiere ordenar en un sector destinado al esparcimiento y al turismo?
Será, quizás, la intención de priorizar a aquellos que tienen poder adquisitivo para pagar un estacionamiento, para disfrutar de un lugar que es abierto y gratuito al público. El problema, entonces, no es el desorden, sino el turista de bajo poder adquisitivo. ¿Quieren que sea la playa San José un lugar exclusivo?
Esta segregación cobra sentido en el área comercial, para algunos. Pero, en áreas públicas ¿cómo se explica? Incluso e impensadamente para las autoridades comunales, tuvo un efecto de rechazo por parte de los que habitualmente visitan el lugar. Todavía hay mucha gente en la ciudad, pero estas barreras pueden contribuir a que el turista elija otras playas del departamento.
En su momento, pasó con la playa Pirayú de Carmen del Paraná, que tras aplicar un sector VIP, causó un rechazo de gran parte del público al que está dirigido este tipo de playas, abiertas a todo público. No dejó de ir gente, pero las barreras obligan a los turistas a analizar otras opciones.
Cuando uno elige un destino para hacer turismo interno, opta por lugares bonitos y económicos, por sobre todo. Esta clase de medidas impopulares, aplicadas en plena temporada alta, ayuda a que crezca la imagen morbosa de que Encarnación es una ciudad cara y poco amigable y, posiblemente, hasta vacía.