Paraguay, país de paradojas

Paraguay es un país de contradicciones. Se habla del país con más transparencia, pero la corrupción está en todos los niveles del Estado.

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Se llenan la boca con valores, pero aparecen en casos de tráfico de influencias. Usan la religión para ganar votos, hablan de honestidad y atacan a quienes piensan diferente. Pero en la práctica, están envueltos en negociados, corrupción y tráfico de influencias. Los escándalos, como el caso del diputado renunciante Orlando Arévalo y la red de jueces y fiscales denunciada en #LaMafiaManda, dejan claro que vivimos en un país donde la doble moral es la norma.

Arévalo está en el ojo de la tormenta tras filtrarse chats donde supuestamente negociaba favores. Es decir, un político que debería garantizar la justicia, acomodaba casos a su conveniencia y siendo parte del problema, cuando debería ser lo contrario.

Otro caso que refleja la paradoja paraguaya es que el fiscal general del Estado, Emiliano Rolón, designó un equipo de fiscales para investigar la red de corrupción judicial en la que supuestamente están involucrados políticos, jueces y empresarios. Aquí está la contradicción: se anuncia una gran investigación para limpiar la justicia, pero los encargados de hacerlo pertenecen al mismo sistema que se supone deben desmantelar. ¿Cómo esperar resultados cuando los investigadores responden a los mismos grupos de poder?

Este doble discurso es parte de la paradoja paraguaya: Se castiga a los pequeños ladrones, pero se protege a los corruptos que se llevan millones. Se habla de justicia, pero solo se aplica a los que no tienen poder. Se promete transparencia, pero cada gobierno termina con más escándalos que el anterior. Se dice que Paraguay es un país de oportunidades, pero cada vez más jóvenes quieren irse porque no ven futuro.

El mayor problema de Paraguay no es solo la corrupción, sino la resignación. La gente ya no se sorprende de estos casos porque sabe que, al final, no pasará nada. Se indigna por unos días por las redes sociales, pero luego la rutina sigue como si nada.

Sin embargo, las paradojas de Paraguay no pueden durar para siempre. Algún día, la ciudadanía deberá decidir si sigue aceptando esta hipocresía o si toma en serio la idea de un cambio real. El problema es que, si seguimos esperando a que las cosas cambien solas, solo veremos más de lo mismo: discursos vacíos, justicia manipulada y un país donde la doble moral sigue mandando.

jose.peralta@abc.com.py

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