Todo lo que usted creía que pasaba (y era cierto)

Los chats en el teléfono del fallecido diputado Eulalio “Lalo” Gomes revelaron lo que más o menos se sabía: que el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, después de la salida de Óscar González Daher (+) y el partner Fernández Lippmann, siguió siendo un centro de extorsión y chantaje a jueces, fiscales y abogados, solo que ahora vinculado más evidentemente con el crimen organizado y el lavado de dinero.

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De la Cámara de Diputados sabíamos hace rato que la mayoría cartista la convirtió en una agencia de empleos con altos sueldos, para parientes y amigos, no solo en el Poder Legislativo, sino también en otras instituciones del Estado.

Los chats reforzaron esa certeza, con el agregado de exhibir que se vuelven locos si les tocan a algunos de sus parientes, como el ignoto diputado Carlos Godoy. Si les afectan sus privilegios, los diputados cartistas son capaces de conspirar contra el mismísimo Presidente de la República.

Más allá de las cuestiones puntuales y de que Lalo Gomes actuara como un gestor de políticos y apadrinara a fiscales y jueces amigos, lo que queda claro es que la institucionalidad de la República estaba ya podrida y se pudrió más ahora.

Los responsables están a la vista y son quienes prometieron que estaríamos mejor con este gobierno y los únicos que están mejor son ellos.

El presidente Santiago Peña se pasa el tiempo viajando, presuntamente para posicionar al Paraguay, mientras sus partidarios hacen lo posible por hacerlo quedar mal a él y al país con acciones lamentables, que lo dejan como un charlatán.

Poco antes de que los chats de Lalo Gomes pasaran a ser el foco de la atención política nacional, nos enteramos que una de las ocupaciones reales del mandatario es construirse su casa de fin de semana en San Bernardino. Hasta ahora, no ha aclarado –como es su obligación– el origen del dinero que invirtió en esa obra. Parece que no lo hará y deberán obligarlo.

Peña huye de las explicaciones y se escuda en una suerte de privacidad que va de contramano a su decisión de involucrarse en la esfera pública.

Mucho antes de que se cumplan dos años de mandato, los chats de Lalo Gomes reforzaron la impresión de un gobierno desgastado, contradictorio, dividido y sin casi logros por mostrar.

Para más, lo único que atinan a decir como defensa a sus burradas es atacar al gobierno anterior (de su mismo signo político), culpar a los medios de prensa que publican los escándalos que están a la vista y decir que son víctimas de una conspiración insondable.

Extrañamente pretenden victimizarse siendo que cuentan con una mayoría aplastante en el Congreso, tienen el manejo del Poder Judicial y de todos los organismos extrapoder.

El gran problema parece ser –y eso también se trasluce de los chats de Lalo– es que a estas personas muy poco les importa el país y están solamente enfocadas en robar, hacerse de muchos bienes, no importa cuál sea el método.

Esta clase de gente, claramente, no se irá por las buenas, como lo demostró el caso del diputado Orlando Arévalo, quien con todos sus escándalos de corrupción expuestos, no estaba dispuesto a renunciar y solamente lo hizo cuando el grupo político que lo sostenía se lo ordenó.

Tendrá que haber una gran presión ciudadana y el grupo político que está en el poder deberá sentir que están realmente en riesgo de caerse al abismo para que algo empiece a cambiar en nuestro país.

mcaceres@abc.com.py

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