Una nube de pedo

En un helicóptero pagado por todos nosotros, el presidente Santiago Peña sobrevuela la República. Pareciera que desde lo alto se desdibujaran mucho la crisis de los hospitales públicos, el pésimo servicio de transporte público, la “vaquita” que hacen las familias para comprar algo de carne, y, por si fuera poca violencia, esta verdad que a todos sopapea: Los narcos son parte del Gobierno y deciden quién vive y quién muere.

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Pero a Santi Peña nada le importa, hablemos de fútbol, del Día de los Enamorados, miremos la vida desde la mansión construida en tiempo récord, sobre una serranía, así los que están abajo siguen bien abajo, no afean el verde naturaleza, que se confunde con el naranja del cielo en los hermosos atardeceres de San Bernardino.

¿Su ministro de Inteligencia, Marco Alcaraz, recibe en su casa a Lalo Gómes, supuesto líder del crimen organizado? ¿Su ministra de Seprelad, Liliana Alcaraz, organiza una cena con fondos de tabacaleras, casas de cambio, sujetos obligados de control? No importa, los hermanos Alcaraz lo han aclarado todo, siguen gozando de su confianza. ¿El narcotráfico presiona y logra hacer del país una casa segura para el hampa? No importa, desde su nube de pedo, Santi no se dejará llevar por “presiones”.

En helicóptero se pasea Santi, que incluso así llega tarde al egreso del Cimefor, donde decenas de familias lo están esperando parados durante horas, soportando el ardiente verano paraguayo. También llega así a “inspeccionar” obras en San Lorenzo y vuelve el tránsito aún más caótico que lo habitual. El sudor no le moja la camisa, como le pasa al enfermero que va en colectivo y que, por esta interrupción, llegará tarde al trabajo.

En el Hospital de Clínicas, un bebé de solo tres meses resulta herido en la cabeza y queda inconsciente, cuando se le cae encima el cielorraso de un ascensor sin mantenimiento. Los tomógrafos no funcionan. Y la ambulancia para ir a otro sanatorio, hay que pagarla. Pero Santi no lo siente, vuela por encima, en helicóptero. Tampoco pareciera haber sentido nada cuando Vidal Méndez, papá y esposo, murió esperando atención frente a un hospital cerrado, en General Aquino.

Porque pareciera que el presidente de la República, Santiago Peña, viviera en su propio país, en una nube de pedo. Aunque así de fácil podría ser también que le pinchen el globito si continúa tomando decisiones que tienden a garantizar impunidad a los suyos, mientras el pueblo está sumido en una crisis cada vez más profunda.

Esperanzas de revolución siempre hay, pero ciertamente pareciera que si no comienza a bajar de su nube, más temprano que tarde, serán los mismos cartistas que le pusieron en el cargo, quienes terminarán por ponerle punto final al mandato de Santiago Peña.

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