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La expectativa que tienen, seguramente, es que el tema se vaya olvidando con el correr de los días y vaya al folclórico oparei. Tal vez hasta deben estar elucubrando cómo crear otro escándalo que involucre a figuras de la oposición, de tal manera a “igualar” por abajo, pretendiendo que todos están en el mismo lodazal.
Sin embargo, uno de los efectos del copamiento de los espacios de poder político por parte del cartismo es que prácticamente todos quienes están al frente de las instituciones del país son de Honor Colorado o son sus aliados. Por ese motivo, lo más probable es que cualquier nuevo hecho de corrupción que salte a la luz pública casi indefectiblemente afectará a figuras vinculadas a ellos.
Como coparon todos los espacios de poder: las Cámaras del Congreso, el Poder Judicial, los Ministerios, los organismos extrapoder, las binacionales, solamente ellos, con su inocultable afán delictivo, tienen la capacidad para crearse problemas.
En este escenario, la figura del presidente Santiago Peña se va empequeñeciendo a ojos vista, dando la impresión de que no sabe qué hacer ante la crisis que se le presentó o que no tiene libertad para hacer lo que debe hacer.
Justamente, al inicio del mandato de Peña existía una incógnita: cómo reaccionaría el mandatario ante una crisis realmente seria. Y, como muchos vaticinaban, ante esta crisis política actuó de manera deficiente, demostrando falta de oportunidad, de liderazgo y de iniciativa.
El anuncio que hizo tras la pomposamente llamada “cumbre de poderes”, en el Palacio de Gobierno, fue un verdadero fiasco.
Después de tantos días sin decir nada sobre una cuestión de la que se hablaba en todos los círculos sociales, sobre la cual ya habían reaccionado la mayoría de las organizaciones civiles y religiosas del país y que, sobre todo, que afectaba a personas de su entorno, el Presidente de la República no necesitaba hacer ninguna reunión rimbombante para salir a decir después que van a “combatir la corrupción”.
La realidad es que el Mandatario sigue, hasta ahora, sin tomar ninguna medida efectiva, luego de las explosivas revelaciones de los chats que, entre otras cosas, exhibieron la manera en que personas ligadas al crimen organizado negociaron impunidad y cargos con funcionarios que ahora, en su equipo, ocupan espacios de responsabilidad claves para el combate a esas mismas organizaciones delictivas.
Todo indica que Peña no maneja la situación que tiene encima y que la única respuesta que se le ocurre es hacer como que no pasa nada.
La duda, adaptando la célebre pregunta de Cicerón a nuestra realidad, es: ¿Hasta cuándo seguirá el Gobierno abusando de la paciencia de la gente que espera se haga realidad eso que prometió de que “Vamos a estar mejor”?
Peligrosamente, subestiman la gravedad de lo que ocurre en nuestro país y, tal vez, cuando quieran reaccionar, ya la historia les habrá pasado por encima.