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Ellos no estaban interesados en su recuperación moral, ni tampoco en un encuentro transformador con Cristo, pero querían tener un elemento para acusarlo; y por otro lado, proclamarse “más puros” que la mujer pecadora.
El Maestro, que conoce el corazón del ser humano, y no está dispuesto a juegos de hipocresía, les desenmascara con la célebre frase: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”.
Una vez que libró a la mujer adúltera, digamos así, de sus enemigos externos; empieza el trabajo para librarla de sus enemigos internos.
Todos se fueron, Jesús se queda solo con ella, comenzó a dialogar y finalmente le dijo: “Yo tampoco te condeno, vete, no peques más en adelante”.
Con esta actuación Él nos da un colosal ejemplo de cómo amar al pecador, pero sin ser cómplice del pecado.
Esta conducta nos cuesta mucho, pues normalmente mandamos a la miércoles la persona errada, junto con su error.
Para la mujer, Él recomienda “no peques más en adelante”, ya que en la vida no podemos estar eternamente atados a las equivocaciones del pasado, ni tampoco a los vicios del presente.
Tenemos que hacer un proceso de liberación de nuestro pasado, principalmente de las experiencias negativas, de modo que estas no sean un justificativo fácil para nuestro nerviosismo o desequilibrio.
Hay que dejar el pasado en el pasado, especialmente en lo que tuvo de amargura y de humillaciones dolorosas. También es inútil querer pasar un barniz en las cosas y hacer de cuenta que no ocurrieron, un tipo de bloqueo psíquico que niega lo que sucedió.
El ser humano posee fortaleza para vencer los malos recuerdos y también puede quitar sabiduría de algunas experiencias lamentables –pocas, seguramente– que haya tenido.
El Señor insiste en la feliz noticia: “Yo tampoco te condeno, vete, no peques más en adelante”.
Él estima al pecador, pero desea que cambie, que tenga desde ahora valores diferentes de los acostumbrados, que “no peque más”, y que colabore para recibir su gracia sanadora.
La ternura de Jesucristo es un alimento para la esperanza y para tener ganas de elaborar un nuevo estilo de vida, que respete constantemente su orientación: “No peques más”, ya que el egoísmo y el pecado dañan al ser humano.
Para concluir, recuérdese que en la Cuaresma es muy deseable el sacramento de la Reconciliación.
Paz y bien