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En Itapúa está muy arraigada la fe católica, siendo practicada por más del 80% de la población. En el interior del interior, por fuera de las grandes urbes del séptimo departamento, siguen arraigadas las tradiciones y costumbres ancestrales en estas fechas. Es quizá el reflejo más claro de la falta a acceso a derechos básicos, donde lo único que queda a un pueblo sufrido, es confiar en que todo cambiará, aunque no podamos ver vestigio de nuevos tiempos.
Lastimosamente, solo una intervención divina puede dar alivio a cientos de paraguayos que viven la desidia de las autoridades, que roban descaradamente los recursos de la comuna. Irónicamente, las últimas administraciones comunales del distrito que lleva por nombre Jesús de Tavarangüé, se encuentran sin respuesta a sus clamores por justicia.
Un exintendente y el actual jefe comunal, acusados ante la justicia, tras años de hacer presunto manejo irregular de los recursos, se reflejan en la desidia de un pueblo, que vive carenciado, sin acceso a caminos dignos y servicios básicos.
Entretanto, la justicia a paso de tortuga no puede resolver y sancionar a quienes son responsables del desvío de los fondos públicos. La impunidad da pie a que se perpetúe la corrupción, e incluso, el mismo patrón de negociado sea replicado en otros pueblos, donde es incluso menor el avance contra las autoridades comunales.
Tres intendentes actuales con procesos investigativos en lo penal, concejales detenidos por narcotráfico, investigados por estafa y otros, son un claro indicio de que las personas equivocadas están llegando a lugares de poder en nuestro departamento.
Puede ser que sigamos eligiendo mal a nuestros representantes, o el poder y la ambición terminan corrompiendo a nuestras autoridades locales, donde es evidente una clara relación e intervención del crimen organizado, que tiene asentada su base en la región.
No obstante, solo la fe puede explicar cómo el pueblo sufrido sigue aguantando, casi desangrando tanta desidia que afecta a la calidad de vida de los pobladores.
Nos resta esperar que este tiempo de reflexión pueda cambiar a aquellos que en esta semana, en cada catedral, iglesia o parroquia, se sentarán en primera fila, con trajes costosos de frente a la cruz, pero con la espalda dada al pueblo.