Jesús tiene 25 años y es oriundo de Horqueta, norteño de pura cepa. En esta región del país, las distancias son grandes y las oportunidades escasas. Esa es la realidad, muchos sueñan con salir adelante, pero no todos lo consiguen. Pero él lo logró. Con una buena preparación previa y muy estimulado, al decir de sus profesores, vino a Asunción para estudiar en la Universidad Paraguayo-Alemana (UPA). Esta institución se caracteriza por su exigencia académica, bajo un modelo educativo que replica estándares europeos. La carrera por la que optó ya resulta intimidante partiendo del nombre: Ingeniería Empresarial.
La historia de Jesús no es la usual detrás de un estudiante aplicado, sino bastante más que eso. Porque tiene discapacidad visual total, así que los desafíos normales por los que pasan los universitarios fueron quizás más duros para él. Sin embargo, no se amilanó ante las circunstancias ni pidió que de manera alguna bajen la vara con relación a él. Se munió de las herramientas tecnológicas necesarias como lectores de pantalla y otros elementos adaptativos. Junto a este proceso, el respaldo de la institución y de los compañeros permitieron que desarrolle todas sus habilidades con absoluta libertad.
Días atrás tuvo lugar la ceremonia de graduación, y se celebró el hecho de que no solo haya aprobado, sino que fue el mejor egresado de su carrera y Medalla de Oro, así en mayúsculas. Las notas obtenidas a través de los años no dejan lugar a dudas de su capacidad, esfuerzo sostenido y, muy especialmente, resiliencia. Ninguna posibilidad para la expresión “a pesar de” sino más bien “con todo y para mucho más”.
Como parte del programa de la UPA, viajó junto a sus compañeros a Alemania, para cursar un semestre y realizar una pasantía. Allá no fue tratado como uno más, sino como alguien especial… pero por su enorme talento. Su desempeño y dedicación llamaron la atención, al punto de haber recibido una propuesta formal de trabajo apenas recibido aquí. Bien por la caza de talentos de los alemanes, mal por Paraguay que -una vez más- pierde elementos que sumarían a nivel local.
En la noche de graduación, de frente a un auditorio abarrotado Jesús pronunció su discurso… ¡y qué discurso! En perfecto inglés, alemán y por último guaraní, habló de gratitud, desafío y visión de futuro. Y de la importancia de estar a la altura y ponerse el traje cuando la situación así lo amerite, representando a nuestro país y nuestra capacidad. Fue muy inspirador y el mensaje quedó claro “querer es poder, sin excusas”.
Este horqueteño dio una cátedra sin quizás proponérselo. No se exige reconocimiento ni mérito, se lo toma a base de esfuerzo. El aplauso que siguió a su discurso fue potente, pero no tan atronador como el mensaje. Las palabras de una persona que transformó un reto en un propósito, y el propósito en una meta, una de varias.
Un llamado más a enterrar cualquier tipo de prejuicios. También a revisar nuestras propias limitaciones, no solamente físicas. Un desafío a dejar de hablar y más bien construir inclusión. También, aunque sin quererlo, es una crítica a un sistema en el que a través de prebendas y nepotismo se destruye el camino de jóvenes con cargos y salarios para los que no hicieron mérito alguno.
Jesús Barrios Chamorro no precisa ser llamado ejemplo, lo es. Tampoco necesita felicitaciones desde la condescendencia. Lo que necesita -lo que exige su historia de vida- es que se abran caminos para los que vienen detrás de él. Que ningún talento de Horqueta, de Misiones, del Chaco ni de cualquier lugar del país se quede sin chances. Que todos entendamos que la igualdad no es caridad, sino justicia.
¡Salud, Ingeniero Barrios! Salud por tu coraje, tu perseverancia y tu talento. Éxitos totales en este nuevo camino que inicias. Y que muchos, muchos más puedan seguir la misma senda.