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El establishment vernáculo hace lo posible por convencer de que solamente afiliándose al Partido Colorado podrán tener éxito o conseguir un empleo u otras cuestiones materiales.
Es más, solapadamente, el mensaje que se envía a veces es que si uno es lo suficientemente “vivo” e “incondicional” hasta puede hacerse de un sueldo público sin necesidad de trabajar.
Se trata de una cuestión que viene de hace tiempo en nuestra historia y que se fortaleció durante los 35 años de la dictadura stronista.
Era entonces el reino de las seccionales coloradas y tener el carnet de afiliación abría puertas a la posibilidad de un empleo, especialmente (aunque no únicamente) en el sector público.
Uno pensaría que con la caída del dictador esto debió haber quedado atrás para siempre, aunque, si hubiera escuchado bien aquel 3 de febrero de 1989 la proclama del Gral. Andrés Rodríguez, se hubiese percatado de que uno de los puntos decía: “Por la unidad del Partido Colorado”, como si en el país solo hubiese colorados que estaban circunstancialmente divididos y que, con la caída del sátrapa, se iban a unir y seríamos todos felices.
También era dable pensar que, con la apertura democrática, la isla rodeada de tierra, como describía Augusto Roa Bastos a nuestro país, se abriría a la libertad y a los nuevos tiempos.
Pero pronto la realidad mostró que en democracia ser colorado seguía siendo para algunos una ventaja por sobre quienes no lo eran. Para más, lamentablemente, se comprobó que cuando alguien de la oposición (en particular del PLRA) accedía a espacios de poder, repetía muchas veces el modelo colorado de privilegiar a su sector político y familiar.
Pasaron 36 años de la dictadura y algunas cosas han cambiado. Por ejemplo, uno puede decir y escribir lo que piensa sin el temor (o la seguridad) de que, por ese motivo, irá a parar con sus huesos al calabozo (en el mejor de los casos).
Pero otras cosas no cambiaron. Al contrario, ahora se reforzaron. Y esto se refiere, en particular, a la afiliación a la ANR para tener (o al menos intentar tener) prerrogativas extraordinarias.
Lamentablemente, este trastrocamiento de valores, que pretende establecer que por el hecho de ser parte de un grupo político, uno tiene derecho a privilegios (cuestión que recuerda a regímenes como el nazismo), está impulsado desde el mismo presidente de la República, Santiago Peña, quien dijo abiertamente que los habitantes de este país no podrán obtener altos cargos en la función pública por su formación o estudios académicos sino por pertenecer al Partido Colorado.
Como suele decirse: el ladrón juzga por su condición. Como él llegó hasta donde llegó dejando de lado principios, agachando la cabeza y obedeciendo órdenes, cree que ese es un método deseable para todos.
Está equivocado. Jóvenes, adultos y ancianos de este país saben que las cosas conseguidas con esfuerzo propio, formándose, luchando y sin recibir privilegios especiales tienen un valor que no se parece a nada y da satisfacciones más profundas que aquellos que son producto de la zalamería y la adulación a los poderosos o el despojo y la negación de sus derechos a los demás.
mcaceres@abc.com.py