Apocalipsis zombi

Cientos de drogadictos ocupando las calles de los principales barrios de Encarnación, apoderándose de las plazas y el espacio público destinado para el esparcimiento, es una realidad que se ha vuelto habitual los últimos años. Años de desidia y falta de acciones claras de las autoridades hicieron que se normalice esta situación que obliga a los pobladores a vivir encerrados por seguridad.

Con el pasar de los años, en la última década, pude evidenciar que cada vez es más común que las familias busquen alternativas para secar la ropa en el interior de sus viviendas, conforme más sean urbanizadas las zonas de residencias. Parece un dato menor, pero revela cómo un problema tan complejo como las adicciones han transformado la forma de vivir de los encarnacenos.

Estas prácticas son casi obligadas por la asediante inseguridad reinante, que empuja a los pobladores a vivir encerrados dentro de su propia vivienda. Si antes las calles no eran seguras, hoy, el propio patio sin rejas, sin candado o vallado son una “invitación” para los delincuentes. Pero no me refiero a los malhechores de película, audaces y astutos para cuidar los detalles para conseguir el “crimen perfecto”. Más bien, son aquellos adictos que parecen moverse sin voluntad propia, perdidos en su mundo. ¿Será este el inicio de un apocalipsis zombi?

Con los años, los residentes responsables y trabajadores hemos sido absorbidos por esta ola de inseguridad que se adueña de los principales barrios de Encarnación y el área metropolitana.

En Cambyretá el fin de semana pasado una gresca entre familias terminó incluso con un fallecido, apuñalado con machetillos. Esto evidencia un segundo aspecto fundamental en la problemática, relacionada a la creciente violencia en la sociedad.

Cada vez los delitos bagatelarios son más violentos y exponen a las víctimas a ser dañadas físicamente. Estamos rodeados por consumidores, que cometen robos y hurtos para seguir adquiriendo la droga que, además, son violentos.

Según estimaciones del Ministerio del Interior, unos 90.000 jóvenes son adictos y son responsables de cerca del 80 por ciento de los delitos denunciados.

No se ataca el problema de fondo, que son los múltiples factores que coartan las oportunidades para los niños y jóvenes de nuestro país. Entre ellos el acceso a educación, salud y trabajo digno.

Tampoco hay que dejar de ver la producción a gran escala de estupefacientes que se apodera de nuestra región. Las fuerzas de seguridad y el poder político, lastimosamente, parecen tener intereses que pueden estar vinculados al crimen organizado, que sustenta sus influencias con el narcotráfico en la región.

Mientras siga siendo un negocio rentable e impune en nuestro país, será muy difícil sacar las drogas de las calles y, en consecuencia, que nuestros jóvenes estén expuestos a la adicción.

sergio.gonzalez@abc.com.py

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