Los más agresivos son los globalistas, que se atropellan para asegurar que la asociación que había tenido León XIV con el desaparecido Francisco en los últimos años es señal de que el nuevo pontífice romano será una prolongación del anterior, una copia joven del anciano, un gestor de su ideario.
Los globalistas necesitan con urgencia presentar de ese modo al papa, pues su larga hegemonía de treinta años está siendo discutida en todas partes y, por tanto, requieren de cualquier salvavidas para apuntalar su ideología del dogma climático, la inmigración abierta, los privilegios para las minorías y la sustitución de la democracia por la gobernanza corporativa.
Cualquier salvavidas, incluso el de una iglesia, la Católica, cuyo programa moral tratan de destruir desde el día uno, pero cuya estructura global quieren usurpar como usurparon a Europa, para usarla en al alcance de sus designios.
La Iglesia Romana ha sobrevivido dos mil años porque aprendió eso del ensayo y el error. Francisco fue hechura deliberada del papa más conservador desde Pío XII, Benedicto XVI, porque había que ensayar algo ante el derrumbe de la fe en Occidente.
León XIV será, probablemente, el rectificador de los desaciertos de Francisco de un modo muy semejante a Juan Pablo II corrigiendo los desaciertos de Pablo VI.
Uno de los desaciertos de Francisco fue, precisamente, alienar la independencia de la Iglesia frente al globalismo. León XIII, ante el auge del socialismo marxista que paralizó a la Iglesia, la rescató con la Rerum Novarum reivindicando su independencia doctrinaria en el campo social muy en el sentido de la inculturación agustiniana.
Voy a tratar de no incurrir en la misma temeridad de los globalistas: No sé lo que va a hacer León XIV, pero los símbolos que usó, las señales que emitió, en estos pocos días que lleva de pontificado insinúan, sugieren, el restablecimiento de la formalidad papal y la reivindicación de pontífices militantes de la Iglesia y no de agendas ajenas.
Nada de lo anterior significa que el papa León XIV abandonará lo que la Iglesia requiere por razones muy prácticas: La migración es la que la mantiene vital en Estados Unidos; Estados Unidos y Alemania son las que le proporcionan dinero; la necesidad de incorporar adeptos es su razón de existir.
Ninguna institución sobrevive dos mil años fagocitada por identidades ajenas. No existe ejemplo significativo alguno de cosa semejante en la Historia.
Y la Iglesia Católica Apostólica Romana no se ha caracterizado por dejarse llevar, aunque muchas veces estuvo al borde del precipicio.
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