¿Cómo puede liderar alguien que no enfrenta la miseria que viven sus propios colegas? Los hospitales son cuevas húmedas, oxidadas, con olor a antisépticos y tufo de miseria y derrota. Están llenos de equipos descompuestos que se arreglan un día y se descomponen a la semana siguiente.
A veces, hasta las camas rechinan más que los gritos de dolor y desesperación de los pacientes en los pasillos. Techos con moho, paredes rajadas, y en IPS Central, médicos arrodillados porque no tienen sillas. Arrodillados. Como si además de curar, tuvieran que rezar para que no se les hunda el sistema encima.
Y no es solo infraestructura. Es un grito silencioso: el de los estudiantes de Medicina que gritan pidiendo “mejoras ya” y, ante la inacción, algunos se suicidan por la presión, el abuso y la indiferencia. ¿Cómo no explotar emocionalmente cuando no se respeta lo reglamentado y se soporta maltratos? Los médicos están desbordados; pacientes, sin esperanza; y una ministra invisible en medio de esta crisis.
La Superintendencia de Salud publicó un informe devastador: un hospital inaugurado recientemente no tenía las condiciones mínimas para operar. Lo inauguraron para la foto. Luego, sucedió la tragedia. Y en los rincones del país, se repite esta historia: falta de medicamentos, falta de ambulancias, falta de humanidad.
Y en medio de esta situación desesperante, las familias de pacientes hacen polladas para salvar a sus enfermos y para solventar lo que el Estado debería garantizar. Porque acá enfermarse no solo duele: también empobrece. Y el paraguayo es tan solidario, tan sabio en su humildad, que coopera… sabiendo que mañana puede ser él quien necesite ayuda.
Muchos jóvenes de ahora sueñan con ser médicos, con la idea de salvar vidas. Pero ese sueño, si no existe una mejora urgente, se convierte en pesadilla: explotación, cansancio y frustración.
Con la salud no se juega. No es un botín político, ni una firma más en un escritorio. Es la línea entre la vida y la muerte. Lo triste es que en Paraguay no se muere de enfermedad, se muere de abandono. La salud pública en Paraguay no está en crisis: está olvidada.
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