El zapatero no debe juzgar más arriba de las sandalias

En la Antigua Grecia del siglo IV a.C. vivió Apeles, uno de los más admirados e ilustres pintores por su destreza en la perfección en el arte de la pintura. Dicen que era extremadamente rígido y crítico con sus obras que solía exhibirlas en la plaza pública y así los transeúntes que las admiraban opinaban sobre las mismas. En cierta ocasión un zapatero le reprochó una de las sandalias que portaba el protagonista del cuadro. Apeles escuchó atentamente y corrigió su error para, al día siguiente, volver a mostrar su obra. El zapatero, envalentonado y presuntuoso, quizás por el éxito que había conseguido al influir con su crítica en la corrección del cuadro, volvió a juzgar sobre el mismo, esta vez, dando su punto de vista sobre la pierna del personaje de la obra. Ante ello, Apeles hizo callar al zapatero diciéndole: «El zapatero no debe juzgar más arriba de las sandalias».

Con dicha expresión, el pintor resaltó la importancia de que cada persona debe limitar su propio campo de experiencia sobre aquello que se conoce bien.

Esta anécdota ha trascendido los siglos y es utilizada para hacernos ver los límites de nuestro conocimiento, el no intervenir en áreas en las que no se tiene experiencia como la importancia del conocimiento especializado.

Viene al caso la anécdota por la particularidad asumida por quienes administran en nuestro país la cosa pública, cuando de encomendar o poner en cargos relevantes y estratégicos se trate, lo hacen en personas sin la debida experiencia. Algunos, en su mayoría, sin la más mínima idea de lo que el cargo implica. Esto sucede en todas las esferas, sean del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Improvisados en su gran mayoría.

El reciente nombramiento de un “médico” que nada tiene que ver con el cargo y área (producción de energía), sustituyendo a un “técnico” del sector, solo refrenda que la asignación adecuada de personas a roles y responsabilidades no es cuestión de importancia. Un médico, un decorador, un artista plástico, un seccionalero, hijo, o hija, el primo, la sobrina o sobrino, la suegra o la cuñada de tal o cual político son llamados a ocupar cargos relevantes aun no adecuándose al perfil del cargo. Basta tener el padrino. El resto es irrelevante. Cualquier zapatero puede ir más allá de las sandalias.

A los administradores de la República les es irrelevante el conocimiento, la idoneidad, la habilidad, la experiencia necesaria para desempeñar el cargo más aun cuando este es uno técnico. Les es irrelevante que a quienes nombran en cargos de relevancia no estén enfocados en el ámbito de ese cargo, algo crucial en cualquier ámbito. Para aquellos todos los cargos, aun los que exijan conocimiento, idoneidad, habilidades, son de libre nombramiento. Un fiel representante de esa escuela es el Pdte. del Congreso, también el vicepresidente de la República. Tienen la potestad es cuanto alegan. Otra cuestión a ser dirimida.

No cualquiera puede opinar sobre energía eléctrica, su componente, sobre su gestión, sobre cuestiones contractuales, por citar, menos aún si no cuenta con el perfil, la experiencia e idoneidad, salvo que, tal cual como aquel zapatero, se crea autorizado a ello y en consecuencia actúa en áreas donde no tiene la experiencia o el conocimiento necesario. Donde no le corresponde.

Definitivamente y por el bien de la República, quienes estén circunstancialmente al frente de ella deben abstenerse de poner al frente de cargos de relevancia que exigen conocimiento e idoneidad, inclusive a cualquier zapatero con el respeto que este noble y ya casi extinto oficio se merece, ya que, de seguir, ello puede tener consecuencias negativas y esto por cuanto que quienes no están capacitados y calificados difícilmente pueden tomar decisiones informadas y efectivas y menos aun mejorar la gestión pública.

Todo cargo en una República con un gobierno serio, no un remedo, necesariamente debe ser ocupado por personas capacitadas y calificadas, lo que otorgará legitimidad a las decisiones y acciones. La meritocracia es fundamental, no el padrinazgo.

aamonta@gmail.com

Enlance copiado