El apego a la figura materna, a parecer de muchos, va más allá del afecto familiar cotidiano; representa una veneración cultural que combina historia, religión y valores sociales.
Una de las razones más visibles de este vínculo tan profundo es la centralidad de la madre en la estructura familiar paraguaya. En un país donde las adversidades económicas, los conflictos históricos y la disminución de la población masculina han dejado huellas persistentes, la madre ha sido tradicionalmente el pilar que sostiene, guía y protege a la familia.
Esta fortaleza de la mujer paraguaya no ha pasado desapercibida a ojos del mundo. El papa Francisco, durante su visita a Paraguay en 2015, pronunció unas palabras que resonaron profundamente en el alma nacional. “El pueblo paraguayo no se entiende sin la mujer paraguaya”. Haciendo referencia al rol vital que cumplieron las mujeres después de la Guerra de la Triple Alianza, cuando casi no quedaron hombres en el país.
En este contexto, no es casual que las imágenes religiosas más veneradas en Paraguay sean representaciones femeninas. La Virgen de Caacupé, patrona del país, es una figura de unidad nacional. Cada 8 de diciembre, millones de fieles de todas las clases sociales peregrinan para rendirle homenaje. Lo mismo ocurre en el caso de la Virgen de Itapé, otra advocación mariana profundamente venerada en el Guairá.
La figura mariana se convierte, una vez más, en el símbolo de una madre que cuida a su pueblo como una madre cuida a sus hijos, con ternura, paciencia y firmeza cuando es necesario.
Este respeto casi sagrado hacia la mujer y la madre también se refleja en la música, la literatura y el arte paraguayos. Canciones como y poemas que exaltan la figura materna, son prueba de que, en Paraguay, la madre es una musa y una inspiración constante.
Más allá del culto y el arte, hay también una dimensión ética. La madre paraguaya es el ejemplo de sacrificio silencioso.
En muchos hogares, ella es quien se levanta primero y se acuesta última. Es quien lucha porque sus hijos estudien, aunque ella misma no haya tenido esa oportunidad. Es quien se convierte en enfermera, psicóloga, maestra y trabajadora.
Apreciar a la madre también debe implicar apoyarla, repartir responsabilidades y promover una cultura de corresponsabilidad en el hogar.