Casi al mismo tiempo de las expresiones del Papa, en nuestro país la senadora cartista Norma Aquino, en reunión con sus pares manifestó “la imperiosa necesidad” de regular a la presa. Según el diccionario, regular es “Poner en orden // Reglamentar”. Si la tal senadora hubiera leído la Constitución Nacional, se encontraría con el artículo 26 que dice, acerca de la libertad de prensa y de expresión “…no se dictará ninguna ley que las imposibilite o las restrinja”.
La parlamentaria, en la citada reunión, dijo más: “Es importante pensar, colegas, en una ley reguladora de la actividad responsable del periodista”. Si la actividad del periodista es responsable –como lo es- ¿cuál es la imperiosa necesidad de regularla? ¿Hacerla irresponsable? Lo sería si el periodista olvidase su deber con la sociedad y se diese a elogiar la corrupción, por ejemplo; se diese a la tarea de promocionar a políticos de escasos recursos intelectuales o éticos, o ambos a la vez.
La señora Aquino agregó: “Estamos ante la necesidad imperiosa de una regulación más clara de los delitos contra el honor…”
El artículo 28 de la Constitución dice: “Toda persona afectada por la difusión de una información falsa, distorsionada o ambigua tiene derecho a exigir su rectificación por el mismo medio y en las mismas condiciones que haya sido divulgada, sin perjuicio de los demás derechos compensatorios”. ¿Hace falta más claridad? Las leyes castigan la difamación, la calumnia. No hace falta dictar otras que apunten al corazón de la prensa, o sea, al corazón de la democracia.
Por una cuestión personal, la senadora cartista intenta atropellar los mandatos constitucionales y que se deje de publicar las noticias de interés público. ¿Se deben silenciar los privilegios indebidos que benefician a los hijos, y demás familiares de los políticos, que asaltan las instituciones públicas sin cumplir las exigencias que la ley acuerda para estos casos? Este hecho, que se ha vuelto común, cierra el camino a quienes se han capacitado para servir honrada y eficientemente al país. Este hecho, también, desalienta a los jóvenes a capacitarse porque hay otros, sin ningún mérito más que ser el hijo de…que ocupan bien remunerados cargos públicos.
Antes que impedirla, debemos alentar a la prensa crítica porque origina el debate. Los aplausos interesados esconden y alientan la corrupción. Si quiere servir al país, al gobierno le es mucho más útil el cuestionamiento que los halagos serviles.
Sería interesante conocer cómo la senadora cartista regularía a la prensa; cuáles serían los “delitos” a castigar; qué pena piensa aplicar ¿La cárcel? ¿Multa? ¿Exilio? ¿La clausura del medio? De este Congreso podemos esperar cualquier cosa. Al final de su disparatada exposición, la senadora cartista no recibió de sus pares ni una sola observación. Fue un silencio cómplice con el intento de que la prensa deje de informar sobre casos que desnudan la inmoralidad de los políticos. “El Paraguay está ahogándose en un mar de corrupción“, dijo dolorido el obispo de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela.
Unos días después de su propuesta de regular la prensa, la senadora cartista peleó y obtuvo la pensión graciable para “un músico con cáncer de garganta”. Un gesto humanitario, sin duda, pero desnuda el drama de la salud pública y la desigualdad que padecen los enfermos en el tratamiento de sus dolencias. Hay miles de pacientes oncológicos que sufren, además, la indiferencia o la incapacidad del ministerio de Salud Pública para atender sus necesidades, siempre urgentes.
Mal está un país cuando los parlamentarios ocupan su tiempo en casos particulares en vez de legislar con ecuanimidad para todos.